(Recordando EN EL DÍA DE LOS HÉROES a algunos de los que han derramado su sangre por este país)
El teniente Juan Carlos Torres Prieto de 24 años, comandaba una compañía del Cuerpo Elite de la Policía en Medellín. El oficial tenía, como todos los de su unidad, la misión de capturar a Pablo Escobar Gaviria. En su primera asignación, Torres Prieto y una docena de agentes se desplazaron a realizar un allanamiento en La Estrella, en cercanías de Medellín. Después de la operación policial, Torres Prieto y sus agentes abordaron un camión de regreso a la Escuela de Policía Carlos E. Restrepo. En un puente a la entrada de Itagüí un campero Totoya cargado con dinamita explotó al paso del camión: el resultado: el teniente Juan Carlos Prieto y los doce agentes murieron en el sitio.
A sus 29 años, Manuel Virgüez era teniente de la Policía y estaba próximo a ascender a Capitán. Mientras llegaba la hora para la ceremonia de ascenso, Virgüez fue trasladado al Casanare. En el camino, el teniente fue emboscado por una cuadrilla de las Farc. El combate se prolongó por horas y mientras intentaba salvar la vida de uno de sus hombres heridos, Manuel fue asesinado por un francotirador. Unos días después del funeral, Manuel Virgüez fue ascendido al grado de Capitán de la Policía Nacional.
Juan Carlos Prieto tenía 28 años y lucía una mirada profunda que llamaba la atención de todos por el azul profundo de sus ojos. En los acostumbrados traslados, propios de la actividad de los oficiales de la Policía, Juan Carlos fue enviado al Departamento de policía Cauca. De inmediato, el capitán Prieto asumió el comando de las Cobras (así se llaman las unidades antiguerrilla de la Policía). Unos días más tarde llegó al comando una información sobre la presencia de las Farc en una zona rural del Cauca. Torres alistó a su personal y emprendió el camino para enfrentar a los terroristas. En el camino el camión fue alcanzado por un bus escolar que decidió seguir detrás del vehículo de la policía, pese a las indicaciones que le hacían los agentes que viajaban en la parte posterior para que tomara distancia. En una curva se presentó una emboscada de las Farc. Fueron varias horas de combate. Inicialmente la intención del grupo de Prieto era evitar que los niños que viajaban en el bus resultaran heridos. Sin embargo, la incapacidad mental de los guerrilleros nunca les permitió diferenciar entre unos escolarres y un grupo de uniformados: Los terroristas de las Farc atacaron por igual al bus con niños y al camión. Fue entonces cuando la guerrilla comenzó a acercarse a las posiciones de los policías. En un momento dado Juan Carlos lanzó una granada que hirió a varios guerrilleros y de paso develó su posición: el fuego nutrido hizo salir al Capitán del sitio y fue herido al tratar de refugiarse debajo del camión. Entonces, en el sitio en el que se encontraba indefenso, pues las heridas le afectaron un brazo y las dos piernas, tres guerrilleros lo sacaron arrastrado y viendo que estaba vivo, decidieron sacarle los ojos y luego, unos minutos más tarde, ejecutar al Capitán.
El teniente Junco era el más alto de su curso de oficiales. Además, era de los viejos de su generación, tenía 26 años, y pertenecía al grupo de los más solidarios y entregados a su profesión. Como la mayoría de sus compañeros fue trasladado a Medellín. En la vía a La Palma, Junco alcanzó a observar movimientos extraños en un vehículo. Hizo detener el carro sospechoso y fue recibido a tiros por los ocupantes del carro. No tuvo tiempo de reaccionar: Con el primer impacto de bala, el cadáver de Junco quedó a la vera del camino.
El coronel Jaime Ramírez era uno de los mejores oficiales antinarcóticos del país. Su larga experiencia le valió el nombramiento como Director de Antinarcóticos de la policía Nacional. No pasó mucho tiempo antes de conseguir el mayor logro de la lucha contra las drogas hasta ese momento: Junto con el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, localizó y destruyó los laboratorios de Tranquilandia en las selvas colombianas, cuyos dueños eran los miembros del Cartel de Medellín. La venganza tampoco se hizo esperar y al regresar con su familia de un fin de semana en Villeta, fue interceptado en el puente sobre el río Bogotá en los límites entre Fontibón y Mosquera. Cinco individuos dispararon sus ráfagas contra el campero en el que se desplazaba el oficial con su familia. Cuatro ataúdes, el del coronel Ramírez, su esposa y sus dos hijos mostraron el sacrificio de este oficial de la Policía Nacional.
Cada uno de ellos era un excelente policía. Cada uno tenía una historia, una familia y un futuro y no son ni serán un número más. Tampoco me resignaré ante la teoría que al llevar un uniforme se exponen a eso y que por tal razón es justificable su muerte, como lo ha insinuado El Tiempo.
Estas historias me duelen, porque a muchos de ellos tuve el honor de contarlos entre mis amigos y por eso soy testigo de su sacrificio, tesón y compromiso. No cambié sus nombres, ni modifiqué las historias, porque a la gente que da la vida por un país no se la puede condenar al anonimato.
A sus 29 años, Manuel Virgüez era teniente de la Policía y estaba próximo a ascender a Capitán. Mientras llegaba la hora para la ceremonia de ascenso, Virgüez fue trasladado al Casanare. En el camino, el teniente fue emboscado por una cuadrilla de las Farc. El combate se prolongó por horas y mientras intentaba salvar la vida de uno de sus hombres heridos, Manuel fue asesinado por un francotirador. Unos días después del funeral, Manuel Virgüez fue ascendido al grado de Capitán de la Policía Nacional.
Juan Carlos Prieto tenía 28 años y lucía una mirada profunda que llamaba la atención de todos por el azul profundo de sus ojos. En los acostumbrados traslados, propios de la actividad de los oficiales de la Policía, Juan Carlos fue enviado al Departamento de policía Cauca. De inmediato, el capitán Prieto asumió el comando de las Cobras (así se llaman las unidades antiguerrilla de la Policía). Unos días más tarde llegó al comando una información sobre la presencia de las Farc en una zona rural del Cauca. Torres alistó a su personal y emprendió el camino para enfrentar a los terroristas. En el camino el camión fue alcanzado por un bus escolar que decidió seguir detrás del vehículo de la policía, pese a las indicaciones que le hacían los agentes que viajaban en la parte posterior para que tomara distancia. En una curva se presentó una emboscada de las Farc. Fueron varias horas de combate. Inicialmente la intención del grupo de Prieto era evitar que los niños que viajaban en el bus resultaran heridos. Sin embargo, la incapacidad mental de los guerrilleros nunca les permitió diferenciar entre unos escolarres y un grupo de uniformados: Los terroristas de las Farc atacaron por igual al bus con niños y al camión. Fue entonces cuando la guerrilla comenzó a acercarse a las posiciones de los policías. En un momento dado Juan Carlos lanzó una granada que hirió a varios guerrilleros y de paso develó su posición: el fuego nutrido hizo salir al Capitán del sitio y fue herido al tratar de refugiarse debajo del camión. Entonces, en el sitio en el que se encontraba indefenso, pues las heridas le afectaron un brazo y las dos piernas, tres guerrilleros lo sacaron arrastrado y viendo que estaba vivo, decidieron sacarle los ojos y luego, unos minutos más tarde, ejecutar al Capitán.
El teniente Junco era el más alto de su curso de oficiales. Además, era de los viejos de su generación, tenía 26 años, y pertenecía al grupo de los más solidarios y entregados a su profesión. Como la mayoría de sus compañeros fue trasladado a Medellín. En la vía a La Palma, Junco alcanzó a observar movimientos extraños en un vehículo. Hizo detener el carro sospechoso y fue recibido a tiros por los ocupantes del carro. No tuvo tiempo de reaccionar: Con el primer impacto de bala, el cadáver de Junco quedó a la vera del camino.
El coronel Jaime Ramírez era uno de los mejores oficiales antinarcóticos del país. Su larga experiencia le valió el nombramiento como Director de Antinarcóticos de la policía Nacional. No pasó mucho tiempo antes de conseguir el mayor logro de la lucha contra las drogas hasta ese momento: Junto con el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, localizó y destruyó los laboratorios de Tranquilandia en las selvas colombianas, cuyos dueños eran los miembros del Cartel de Medellín. La venganza tampoco se hizo esperar y al regresar con su familia de un fin de semana en Villeta, fue interceptado en el puente sobre el río Bogotá en los límites entre Fontibón y Mosquera. Cinco individuos dispararon sus ráfagas contra el campero en el que se desplazaba el oficial con su familia. Cuatro ataúdes, el del coronel Ramírez, su esposa y sus dos hijos mostraron el sacrificio de este oficial de la Policía Nacional.
Cada uno de ellos era un excelente policía. Cada uno tenía una historia, una familia y un futuro y no son ni serán un número más. Tampoco me resignaré ante la teoría que al llevar un uniforme se exponen a eso y que por tal razón es justificable su muerte, como lo ha insinuado El Tiempo.
Estas historias me duelen, porque a muchos de ellos tuve el honor de contarlos entre mis amigos y por eso soy testigo de su sacrificio, tesón y compromiso. No cambié sus nombres, ni modifiqué las historias, porque a la gente que da la vida por un país no se la puede condenar al anonimato.
Para mayor información sobre el día de los HÉROES CAÍDOS EN COMBATE, visite El blog Kozure.
1 comentario:
Foucault said...
Para mí lo mas triste de este asunto que es todos esos sacrificios sucedieron - y suceden - al mismo tiempo que miembros de los clubes excluyentes - no exclusivos - de la capital festejan con un trago de whisky en la mano, o mientras medio país es idiotizado con novelas o mientras tanto niño aguanta hambre. Para mi fue impactante la historia de como le sacaron los ojos a ese policía, pero no entiendo porque no se reporta eso, no es eso violación al DD.HH, cuando fue que en este país se volvió mas importante un transexual de quinta en una telenovela idiota que los soldados que nos protegen de nosotros mismos?. Cuando?
12:44 AM
NO AL SILENCIO said...
que tal. Reitero lo que comenté en el blog de Kozure. Es tiempo de cuestionarnos como colombianos y darnos cuenta de los errores que hemos cometido y que ellos pagan con su pellejo.
12:49 AM
Anonymous said...
Estas son las razones que nos sacaron corriendo de nuestro país. Al ver tanta injusticia, tantas malas noticias (las buenas son el fútbol o la síntonía de la novela), vimos con tristeza que debíamos brindarle a nuestro hijo una mejor calidad de vida (traducida en menos noticias escalofriantes, más naturaleza y más inocencia). No es el paraíso, pero barbaries como éstas no están en el primer plano de los periódicos de este país....La tarea dura es contribuir a mantenerlo así.
También enterramos a un héroe...y créanme, se parte la vida en dos: solamente cuando lo siente uno en carne propia entiende la dimensión de la tragedia, mientras tanto, se sintonizan más realitys y novelas de medio pelo: "NOSOTROS EN RUMBA Y EL PAÍS SE DE...RRUMBA", escribió algún sabio.
1:07 AM
Anonymous said...
Como una pequeña contribucion al homenaje que se hace hos a aquellos hijos de la Patria que han dado su vida para que nosotros podamos seguir trabjando y criando a nuestros hijos:
El perfil de un heroe
Esta es la historia del teniente Elber Rodríguez y de Claudia, su esposa, quienes conmovieron al país al encabezar
el desfile militar del 20 de julio.
A los 27 años el teniente Elber Alfonso Rodríguez ya
sabe lo que es morirse. Lo supo a las 12 del día del
lunes 3 de marzo en Los Montes de María, al sur de
Bolívar, cuando le explotó una mina quiebrapatas. "Es
extraño porque no se siente dolor. Es como flotar en el
vacío, sin sensaciones físicas ni emocionales, sólo una
voz que en la distancia me preguntó: '¿Quiere irse?,
¿quiere quedarse?'. Entonces respondí: 'Quiero
quedarme, quiero seguir aquí por Claudia, por mis
soldados, por mi país'. Luego no sentí más, apenas un
ruego".
Varios de los 35 soldados que iban bajo su mando lo
rodearon a él y a su radioperador, el soldado Héctor
Vallejo. Ambos yacían con los uniformes hechos jirones.
Las piernas y el brazo derecho del teniente habían sido pulverizados
y el rostro de su radioperador estaba bañado en sangre. "No se nos
muera teniente, no se nos muera", sollozaban sus compañeros.
"Después de que le dije a la voz misteriosa que me quería quedar desperté y
escuché en la distancia a mis soldados. Luego pensé en Claudia y caí
inconsciente". A esa hora Claudia Meza Ramírez, 22 años, estaba distante, en
Medellín, trabajando en un proyecto de microempresas para montar su fábrica de
confecciones.
Al atardecer su suegra, Soledad Moreno, 50 años, la llamó desde Bogotá. "Mija,
¿ya sabe la noticia? Es terrible", alcanzó a decir antes de desmayarse. Otro familiar
tomó el teléfono y le dijo a Claudia que su esposo había sufrido un ataque de la
guerrilla. "Pensé lo peor, que me lo habían matado. Empecé a llamar a todo el
mundo para que me dieran información, hasta que me pasaron al general Carlos
Alberto Ospina". El comandante del Ejército le informó que el teniente había sido
atacado pero le aclaró que estaba vivo y que a esa hora un helicóptero ya lo
llevaba al Hospital Naval de Cartagena.
Claudia no tuvo paciencia. Esa misma noche se subió a un bus y se marchó a la
Costa Caribe. En el hospital la recibió un sicólogo de las Fuerzas Armadas, quien
junto con un grupo de oficiales y médicos le contó las condiciones de él y le dijo:
"Vas a entrar a verlo pero ten presente que él te escucha y todo lo que digas le va
a llegar".
Ella hizo un esfuerzo grande para imaginarlo de la peor manera posible pero fue
incapaz. "Uno no puede imaginar a la persona que ama por partes, una la imagina
en su totalidad", dice Claudia.
Entonces lo evocó solemne y triste como el día que lo conoció, cinco años atrás,
también a principios de marzo, en 1998. Fue en la sala de velación de la IV
Brigada. Ella era una adolescente de 17 años y estaba como soldado voluntario.
Allí reposaban varios féretros de los 65 militares de la masacre de El Billar,
Caquetá, uno de los golpes más severos propinados por las Farc al Ejército.
Aunque ese día el teniente y Claudia se conocieron apenas cruzaron unas
palabras.
Seis meses después él la llamó. Conversaron. El la invitó a cine. "A mí me gustó
mucho por su buen humor y su optimismo", recuerda ella. Comparada con las
relaciones de los jóvenes de su generación la de ellos era atípica. "Es muy distinta
porque las parejas se llaman mucho, se preguntan dónde están, todas esas cosas.
Nosotros no porque él, como todos los soldados de Colombia, está en guerra".
Ese fue el oficio elegido por Rodríguez desde el 20 de enero de 1995, cuando
entró a la Escuela Militar de Cadetes. Allí se graduó el 5 de diciembre de 1997 y
cursó además cinco semestres de administración de empresas. A pesar de que
hasta hace poco su vida era anónima él ha sido protagonista de la historia
reciente, esa que los colombianos ven por la televisión. Por ejemplo, como
miembro de la Fuerza de Despliegue Rápido (Fudra), él estaba en el segundo
anillo que rodeó una vivienda el 29 de enero de 2002 en el sitio La Cumbre,
municipio El Castillo (Meta) que a los militares les pareció sospechosa. Rodríguez
iba hacia la casa cuando un superior lo llamó a ordenarle que reuniera a varios
hombres para que cubrieran un cerro cercano en caso de que fuera una
emboscada. Justo cuando había dado la vuelta la vivienda explotó, mató a 29
militares e hirió gravemente a otros seis. Fue un hecho que conmovió al país y que
a él lo marcó. "No hay palabras para describir la escena. Hay silencio en el
ambiente, pedazos de cuerpos, compañeros mutilados, y uno queda ahí como
sembrado con su fusil y sin saber qué hacer, a quién disparar", recuerda. No había
nadie en los alrededores porque las Farc habían colocado el explosivo para que se
accionara cuando los militares entraran.
Un mes después el teniente sí sabía con exactitud qué hacer. El fue uno de los
primeros en desembarcar de un helicóptero en San Vicente del Caguán, el 20 de
febrero de 2002, horas después de que se rompieran los diálogos entre el
gobierno de Andrés Pastrana y las Farc. "A mí me han preparado para pelear. Para
eso soy muy bueno", dice. Por eso ese día, aunque tenía la expectativa previa de
incertidumbre que da el combate, no tenía dudas.
La ocupación del casco urbano donde reinaron las Farc fue fácil. "Algunos nos
saludaban, otros mostraban banderas, otros se escondían tras las ventanas",
recuerda. Los colombianos vieron esas imágenes. El apareció en alguna escena
cuando recibía victorioso al Presidente y a la cúpula militar en uno de los
momentos más felices de su vida. "Imagínese, estábamos haciendo historia",
cuenta.
La guerra siguió con un Ejército más a la ofensiva mientras él volvía a sus tareas
anónimas. Durante este último año combatió en Arauca, en Santander, en
Putumayo, también en Antioquia y, por supuesto, Meta y Caquetá, en la antigua
zona de distensión. Entre batalla y batalla viajaba a Medellín para verse con
Claudia, con quien terminó por casarse.
A ambos los une el buen humor, la juventud. "Con ese positivismo yo me volví
igual", dice ella. "¿Que de dónde saqué tanta energía? Pues imagino que de estar
siempre en la línea de fuego y de que pasaran los días y sentir que no me pasaba
nada, nunca la guerrilla logró hacerme nada aparte de una que otra revolcadita",
dice él. Se sentía invencible.Pues, entre otras cosas, fue él quien encontró la casa
de 'Tirofijo' en un patrullaje en la antigua zona de distención. "Era una casa muy
bien montada en plena selva, en un sector llamado La Sombra. Por fuera era
bonita y dentro había muchos libros. Eso me emocionó porque a mí me gusta leer
e imagínese encontrar dos o tres bultos de libros en el monte. Aunque tenía
algunos títulos que me gustaron y que leímos mientras se hizo la relación del
decomiso, otros ni los abrimos porque eran de tácticas de guerra leninista, de
marxismo y comunismo".
La única diferencia como pareja es que ella era gomosa del rock y de la emisora
Radioactiva mientras él prefería el vallenato. A principios de este año, sin
embargo, logró darle un giro a su gusto musical cuando la llevó a bailar y le dedicó
una canción de Jorge Celedón: "Ay hombe olvidarla es imposible /Ay hombe esto
para mí es terrible /Ay hombe sin su amor yo no soy nada /Ay hombe siento un
vacío en el alma".
En la mañana del 3 de marzo Rodríguez, al despertar, pensó en ese vallenato.
Había dormido poco pues estaba en área de influencia de las Farc y el combate
era inminente. Su unidad, además, enfrentaba dos dificultades rutinarias. La
primera era calmar la sed porque los militares no cargan el agua porque el líquido
pesa mucho y se sumaría a los 55 kilos que llevan. La otra era la de su ubicación.
Eso se resuelve con un GPS (sistema de seguimiento satelital), un aparato similar
a un celular que marca su localización.
El teniente estaba con su radioperador Vallejo cuando encendió el GPS. Al hacerlo
activó y explotó la mina que las Farc habían ocultado entre la maleza. Hasta ese
instante el joven tenía un estado físico extraordinario.
Fuerte y sano fue como lo evocó Claudia sin lograr imaginarlo antes de entrar al
cuarto del Hospital Naval el 4 de marzo. Ella recuerda que al ingresar vio a la
izquierda una cama en la que estaba un cuerpo con la cara cubierta por una gasa
manchada de sangre. Se trataba de Vallejo, quien perdió la vista. Claudia creyó
desplomarse cuando, al fondo, vio un cuerpo mutilado.
"Doctor, ¿por qué le quitaron las piernas?", gritó. El médico le recordó que él
estaba escuchando y ella sacó fuerzas. Se le acercó y le pasó sus dedos por la piel
del hombro izquierdo, que era la única visible entre tubos de oxígeno, cables de
monitoreo, líquidos intravenosos y gasa. De inmediato el monitor que señala los
signos vitales se alteró. Ella se asustó y se echó para atrás. El médico le dijo: "Te
lo dije. El te escucha. Está volviendo a la vida porque sabe que tú estas aquí".
Los signos vitales empezaron a estabilizarse. Los médicos, que temían lo peor,
seguían trabajando afanosamente. Las piernas no estaban, el brazo derecho
tampoco, los oídos estaban destrozados, un ojo era irrecuperable y el otro seguía
sangrando y de la mano izquierda sólo tres dedos estaban bien. Reconstruyeron
un cuarto dedo con la parte de los restos del quinto, le recuperaron en parte la
audición, le salvaron el ojo derecho y evitaron que las heridas se gangrenaran
pues una infección amenazaba su cuerpo. Esto porque hay minas, como la que le
tocó a él, envenenadas con materia fecal para que infecte más a la víctima.
El teniente Rodríguez recuerda que nunca volvió a sentir esa voz que le
preguntaba si quería irse o quedarse, sino las voces de Claudia y de su mamá.
Entonces mentalmente se hizo un autoexamen. "Empecé a hacer un recorrido por
mi cuerpo. Sabía que no tenía las piernas, ni el brazo derecho, no sabía si veía,
pero sí sabía que oía, entonces dije a vivir, a vivir por Claudia, por mi familia, por
mis soldados".
El jueves 6 de marzo despertó. "Princesa, voy a vivir por ti. No te preocupes por
esto que apenas son unos raspones", le dijo a Claudia. Entonces llegaron a
visitarlo sus superiores, el comandante del Ejército, general Carlos Alberto Ospina y
el de las Fuerzas Militares, general Jorge Enrique Mora Rangel.
"Mi general, yo quiero seguir siendo artillero", le pidió. Mora lo tranquilizó al decirle
que podía seguir. Y eso hizo. Rodríguez fue quien encabezó el desfile del 20 de
julio en Bogotá. Iba en su silla de ruedas empujado por su joven esposa. Hubo
aplausos, lágrimas. Y vivas. Con su brazo llevaba la bandera de Colombia.
Ahora él está en terapia y tiene el propósito de seguir adelante. Su meta es llegar
a ser general de la República. Dice que nada lo detiene. Que no hay obstáculos en
esta vida para lograr los sueños. Por ahora, por ejemplo, va a dejar hasta ahí la
carrera de administración porque va a estudiar ciencias políticas. "Quiero entender
más mi país", explica.
Claudia entrará el próximo año a estudiar medicina. Se les ve enamorados.
"Teníamos dos opciones, o amargarnos y morirnos o echar pa'lante", dice con el
optimismo que él le prendió. "Jugamos todo el día, bromeamos, reímos, nos
amamos", dice él y le habla del futuro y del sueño de que algún día el país viva en
paz. "Ese país en paz yo me lo voy a caminar", dice optimista. Ella explica que es
así porque le van a poner unas prótesis que le permitan el movimiento.
"El me enseñó que el cuerpo es sólo el vehículo del alma. Y es a su alma a la que
yo quiero", dice Claudia. El tomó esa frase de un libro leído hace muchos años.
Todavía no puede leer aunque por orgullo tampoco permite que ella lo haga por
él. "Eso me mal acostumbraría. Voy a hacer el esfuerzo para volver a leer por mí
mismo", dice. Ella le da un beso y le promete con una sonrisa que apenas
recupere bien su vista le va a comprar el libro de Gabriel García Márquez: Vivir para
contarla.
En cuanto al comentario de el Tiempo, que podemos esperar de unos individuos a los que solo interesa el poder sin importar como lo obtengan, lastima de aquel periodico que era un faro para los colombianos de bien, que lo hayan convertido en una empresa comercial mas.
6:29 AM
maria teresa said...
Yo creo que si la gente del comun fuese mas solidaria con los militares la moral estaria mas alta. Asi es que me alegra un reconocmiento como este.
El ponerse el uniforme si aumenta las posibilidades de ser afectado, pero precisamente ahi es donde radica la razon de apreciarlos incondicionalmente, porque lo que suceda de esa accion fue en defensa de la patria y sus compatriotas.
Pero la gente piensa que los soldaditos son sus sirvientes, o tarados, y mas de uno mira con condesendencia a estos, cuando es lo contrario, su superioridad en valor y moral queda definida frente a la del mamerto condesendiente.
8:19 AM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN PARA FOUCAULT:
Efectivamente la indolencia es una de las características del colombiano actual. Le doy un ejemplo claro: en la toma a Toribío, un niño de 13 años fue asesinado por las Farc: todos supimos el intento de toma, los combates que se dieron, las ONG guardaron silencio, Alfredo Rangel dijo mentiras, etc. ¿Alguien sabe o conoce el nombre del niño muerto? Nadie. Sencillamente no importa, es un número más en la guerra. Busqué el nombre por días, en toda información procedente de la zona y nada. Total, varios meses después, sabemos que un niño murio, pero nadie le puso rostro, ni un nombre ni el derecho que tiene como ser humano a una identidad. ¡Eso pa'que!, dirán los medios.
Todas las historias sucedieron hace varios años: la muerte de Juan Carlos Torres fue a principios de los 90. La del coronel Ramírez fue en 1985 (puedo equivocarme en uno o dos años); la de Manuel Virgûez fue en 1991 y la del capitán Prieto ocurrió más o menos en 1997. Se que algo dijeron del Capitán Prieto, pero para los medios y las ONG fue solo un ataúd con una bandera encima.
Gracias por sus comentarios.
8:30 AM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A NO AL SILENCIO:
Muy pertienente su reflexión: ¿cuál es el aporte de la sociedad para que esto no suceda? ¿de qué tamaño es la indiferencia para permitir que estas cosas no nos afecten?
La anestesia ha obrado bien; claro, hay síntomas de un despertar, pero durante años un muerto era un "muñeco" que se enterraba y listo. Nada más.
Gracias por sus comentarios.
8:33 AM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN AL ANÓNIMO:
El dolor es espeso y la indiferencia social es un puñal por la ingratitud.
Quiero hacer una precisión: como lo dije en el anterior comentario, estas historias son del siglo pasado, de la última década y, por fortuna, poco a poco las cosas han mejorado en este sentido. No he querido hacer amarillismo ni nada por el estilo, pero si recordar con nombres y apellidos a estos muchachos que envueltos en un uniforme, tenían al país por vocación.
Gracias por sus comentarios y desde cualquier parte del mundo, apoyemos la construcción del país que soñamos.
8:38 AM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A ANÓNIMO:
Gracias por recordar esa historia de coraje que muchos hemos presenciado y que inspira a luchar por la construcción de este país. El artículo lo encontrarán en el portal de Historia Militar, enlazado desde el sábado en los recomendados de Atrabilioso.
8:41 AM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A MARY T:
Hace ya muchos años veía a un grupo de sub tenientes de la policía salir a trabajar a las 10 de la noche. Era viernes. Cuando la mayoría de los jóvenes de su edad estaban en fiestas, discotecas, etc, ellos salían a trabajar, a darle un poco de seguridad a los ciudadanos. ¿Qué hacen trabajando un viernes a esta hora? ¿porqué no están bailando, o en cine o con sus novias? Por usted, por mi, por todos.
Gracias por sus comentarios.
8:46 AM
Crítico said...
A Tribilín. Q.E.P.D.
El viejo Tribi, paisa echao p’alante. Vendedor de cigarrillos de contrabando en el Batallón. El Glorioso “Guardia” compartía instalaciones con el MAC, el Baraya y la PM. Puente Aranda, 1981. Tribi era Baraya. Enorme, calzaba 48, de ahí su apodo. Siempre riendo y mamando gallo. Nos contó que se había “regalado”, se iba a la contraguerrilla a echar plomo a esos HPs. La última vez que lo vi estaba orgulloso con su uniforme camuflado, su sombrero estilo vaquero, sus granadas y su G3A4 especial. Lo cumpliste Tribi, te emboscaron y te asesinaron, pero te llevaste a varios por delante. Me duele no recordar tu verdadero nombre, o tal vez nunca lo supe. Mereces este tributo, así como los miles de soldados y policías vilmente asesinados. A ellos les dedico un minuto de silencio y una oración. Sus vidas no fueron ofrecidas en vano.
9:31 AM
Anonymous said...
Cada dia, nuestros heroes luchan en las selvas, en las montañas y en cuanto lugar donde hay presencia guerrillera (y cualquier otro "actor" armado), por defendernos, y nosotros, cada uno de nosotros, sentado en su casa, viendo la tv, alejado de ellos, porque "la guerra no me toca a mi", y "yo no quiero saber nada de ella".
La gran mayoria de los Colombianos sufrimos de amnesia, porque no valoramos lo que las fuerzas militares hacen dia a dia (ejercito, policia, armada, aviacion) y los sacrificos que debe realizar; ya nos acostumbramos a las frias cifras que nos dan los medios de comunicacion, sin siquiera pensar que cada muerto es una persona, una familia y un nucleo social que se pierde, nos interesa mas saber quien va de primeras en el reality o que va a pasar en el culebronon de moda.
Ni siquiera yo habia oido hablar del festejo del dia de hoy, sera que a nuestros noticieros no les interesa esta noticia, es mejor mostrar siempre toda noticia negativa del pais, asi no sea cierta?
Tambien me preocupa mucho que cada vez a nosotros, nos da pena hasta sacar la bandera, y muchos ya ni se saben el himno nacional.
Asi tambien se hace patria, asi debemos defender al pais, demostrando quienes somos, y que apoyamos al actual Presidente y que seguimos confiando en él y en las FFAA, para sacar adelante esta patria sufrida y dolida.
Benedicto
2:42 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A CRÍTICO:
Me uno a sus palabras. Que bueno sería que cada uno de nosotros hiciera el ejercicio, por lo menos una vez al año, de recordar a sus caidos. Ahora pienso que su muerte no fue en vano, pues esa sangre ha servido, de alguna manera, para tener lo que tenemos hoy que es muchísimo más de lo que teníamos hace tres años.
Gracias por sus comentarios.
3:19 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A BENEDICTO:
Efectivamente, detrás de las comodidades y la tranquilidad que disfrutamos hoy (¿recordamos lo que vivíamos hace tres años?) hay muchos colombianos que se juegan la vida. Un reconocimiento para ellos: los soldados, los policías, los trabajadores de ISA, los que vigilan las estaciones eléctricas, los celadores... son tantos que este país, por esos desvelos, debería funcionar mucho mejor.
Gracias por sus comentarios.
3:23 PM
Kozure Okami said...
Hola a todos:
Como dije en mi post, como Auxiliar de comunicaciones en el Glorioso Cordoba, muchas veces oi en directo el Fragor de las emboscadas en la Sierra Nevada comandadas por la Mitica y peligrosisima "Mona Lisa" , los gritos de horror, las suplicas de ayuda....
Luego asistia a la llegada de los Mi1 rusos o los Uh1h cargados de heridos y moribundos: Especialmente desgarrador fue el caso de un Sargento que fue herido en el Vientre y al salir del helicoptero gritaba a todo pulmon que no lo dejasen morir , por caridad con su esposa e hija. el Segundo Comandante del Batallon , el Mayor Orlando Pulido Rojas (hoy detenido por Paramilitarismo), hombre Recio y duro, a veces hasta Inhumano en Combate, le llevaba de la mano y le daba animo con una ternura masculina que a todos nos hizo aguarsenos los ojos....
Dos dias despues el Sargento Murio debido a una Septicemia.
O Dos cabos, uno de ellos muy amigo mio, al que le "mamaba gallo" diciendole que me regalara un portabrujulas que siempre llevaba vacio en su Arnes, que salieron una madrugada a Abastecer un Puesto militar, en un Taxi, de civil. Fueron emboscados y cosidos a tiros de la manera mas cruel...
esa muerte dolio mucho, y mas a mi que pocas horas antes habia compartido e insistido una vez mas en el obsequio del portabrujulas...
Cosas como esa duelen mucho. Dejan marcas indelebles.
Que hoy sea el dia para recordar a tantos muertos en esta guerra absurda de la que ya uno no halla ni pies ni cabeza.
Kozure Okami
4:07 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A KOZURE:
Efectivamente el dolor sigue vigente, no como una manía sino como el ejercicio indispensable de no olvidar para no repetir la historia.
su artículo de hoy fue publicado también en el Portal de Historia Militar, que ojalá pueda visitar y lo mire con detenimiento, pues estoy seguro que el editor agradecerá los comentarios que usted tenga del sitio.
Gracias por seguir con nosotros.
4:14 PM
Kozure Okami said...
Maestro Atrabilioso:
He visitado el portal pero no encuentro la seccion o el Hipervinculo, seria posible que me lo linkeara?
Gracias a todos por sus comentarios en KOW
Un Abrazo a todos y, Maestro, continue asi, que ya usted es Mi Biblia en la Opinion.
Kozure Okami, 79050314664, Soldado de Infanteria 3/96, BICOR, Compañia de A.S.P.C.
5:18 PM
sisifo said...
Cuando escucho expresiones como “las fuerzas en conflicto” refiriéndose al ejército de los colombianos y a las Farc, me pongo a pensar si la gente es consciente de que esta guerra no es ajena a los colombianos. Es nuestra propia guerra, donde están involucrados nuestros hijos, nuestros padres, familiares y amigos. Las personas que usted ve por la calle, los taxistas, tenderos, maestros, los niños; todos son objetivos de las Farc. Sólo hay dos bandos en conflicto: por un lado los colombianos y del otro lado los terroristas. El ejército lo que hace es ponerse de nuestro lado, y pelear y morir por nosotros. Pero no podemos sacarle el cuerpo al ejército y decir con descaro y frescura que es “SU guerra”.
6:38 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A KOZURE:
Con mucho gusto:
www.europa1939.com
Gracias por sus comentarios.
7:05 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A SÍSIFO:
Usted hace un planteamiento absolutamente pertinente y muy real. Aunque eso ha cambiado en los últimos años (por lo menos algún sector de la población siente que es una guerra de los colombianos contra los delincuentes narcotraficantes), unos cuantos quieren desinformar a la nación y seguir generando el absurdo concepto de la guerra en el campo y aislada. Por el contrario, como usted bien apunta, este es un tema de todos y en conjunto tenemos que enfrentarlo.
Además, es bueno el ejercicio que usted hace, porque recuerda los motivos por los cuales fue elegido por amplia mayoría Álvaro Uribe Vélez.
Gracias por sus comentarios.
7:08 PM
asanchez said...
La crueldad de las Farc no conoce límites. Cuando creemos que han hecho lo más macabro, nos sorprenden con algo peor: Acabo de ver en los noticieros de las 7 p.m. de hoy que colocaron minas antipersonales (quiebrapatas) en una cancha de fútbol utilizada por los niños de los colegios de El Tambo, departamento del Cauca. Me imagino la carcajada que soltará Raul Reyes si algún niño llegara a salir con las piernas despedazadas.
7:19 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN PARA ASTOLFO:
Algún día les contaré las crueldades... la que usted menciona, del ELN, es una muestra más de la indiferencia depravada por la vida que sienten los terroristas.
Claro, puede surgir una nueva teoría para que el jefe de prensa, el panzón y oligarca Raúl Reyes emita mediante los noticieros que le regalan tanto espacio "democrático y pluralista":
El panzón podría asegurar que las minas son para que los niños se dediquen solo a estudiar, porque la cancha, el fútbol y todas las demás actividades recreativas los distraen demasiado de sus deberes. Incluso podría afirmar (y algunos le han de creer) que las minas fueron instaladas por el ELN por sugerencia de los padres de familia y de los maestros que estaban anciosos de dictar más clases.
Lo peor, don Astolfo, es que un buen número de esos ingenuos recibirán con fiesta a Telesur y todas sus verdades. ¿Será que el canal Castrochavista emite una nota sobre las minas antipersona que sembró la guerrilla en muchos lugares de Colombia? ¿Será que se atreven a mencionar UNO solo de los nombres que hoy hemos recordado?
Gracias por su comentario. Usted es una persona muy exigente, porque está pendiente de las noticias y con gran desprendimiento actualiza este blog para beneficio de todos. Y lo exigente es porque me motiva a estar permanentemente informado.
Que bueno contar con lectores solidarios y críticos como usted.
11:40 PM
Anonymous said...
Gracias por el pequeño ejemplo de que hay Colombianos, que dan su vida por tener un pais decente honesto y libre de alimañas que mantienen la patria en caos. En esa tarea deberiamos unirnos todos, ayudando en la forma que podamos pero unidos por el pais.
5:26 PM
atrabilioso said...
NOTA DE LA DIRECCIÓN A ÁNÓNIMO:
Gracias a usted y a los que leen, a los que opinan y participan... pero sobre todo, gracias a los que han dado la vida para que tengamos lo que hoy disfrutamos.
5:35 PM
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