En Colombia, hasta este momento, hay dos escenarios para delinear estrategias políticas: con reelección y sin reelección. Así como los uribistas y la oposición elaboran sus planes, barajan, especulan y trabajan en diferentes propuestas para un escenario en donde no se presente la reelección, el narcoterrorismo hizo la presentación ante el mundo de su macabro plan B.
El atentado contra Germán Vargas Lleras es el preámbulo que anuncia las intenciones de los sectores terroristas de evitar a toda costa la prolongación en el tiempo de la Seguridad Democrática. Para tal fin, intentarán eliminar a todos los candidatos que representen una opción de fuerza y que en su discurso, prometan mantener las estrategias de asfixia a la que actualmente están sometidas estas fuerzas del terror.
Con este cobarde prólogo es imposible dejar de recordar a Pablo Escobar, cuando a finales de los 80 y principios de los 90, incendió al país con el terrorismo más depravado del que se tenga memoria en Colombia. Ahora los narcoterroristas intentan reeditar ese capítulo y hacen el “lanzamiento” con uno de los más fuertes candidatos en caso de no pasar la reelección: Germán Vargas Lleras.
Es que para los sectores desestabilizadores, Vargas Lleras representa todo lo que se opone a sus intereses. Por ejemplo, es bueno recordar que fue el Senador quien puso en evidencia la utilización criminal de los municipios incluidos en la zona de distensión, presentando ante el país fotografías y testimonios de lo que allí ocurría: narcotráfico, entrenamiento de terroristas (incluida la instrucción de los “ilustres” y prófugos miembros del IRA) fabricación de armas y campamentos para secuestrados, entre otros usos convenientes para los narcoterroristas.
Entonces, al atacar nuevamente a Vargas Lleras, quieren enviar un mensaje de terror, anunciando desde ya que cualquiera que aspire democráticamente al poder, será su objetivo militar. Porque la autoría de este hecho, en cuanto a la acción, pues recae en el ala militar del terrorismo, pero aún está muy confuso el asunto de los determinadores del hecho. Ojalá se descubra de dónde provino la orden de ejecutar el atentado, porque se comenzarían a desenmascarar a los verdaderos líderes políticos del narcoterrorismo.
Es que una cosa son las palabras, los debates intensos, incluso las descalificaciones inapropiadas que se escuchan tanto del lado de la oposición como del uribismo y otra muy diferente es que los narcoterroristas intenten decidir las próximas elecciones por sustracción de materia, es decir, eliminando candidatos incómodos que puedan resultar una amenaza para su supervivencia... y eso es lo que quieren hacer con su plan B.
Claro, para los terroristas también hay una línea de acción en caso de que la Corte Constitucional declare exequible el acto legislativo que aprueba la reelección presidencial: En ese escenario, se supone que intentarán golpear con todos los medios a su disposición (terrorismo, ataques a la población civil, golpes a unidades militares y de policía, etc.), buscando el desprestigio del Presidente y del programa de Seguridad Democrática e intentar así el resurgimiento de la zozobra y la desesperanza.
En este sentido, los narcoterroristas tienen claro que no resisten otros 4 años de presión nacional e internacional, ni tampoco sus intereses soportan el aislamiento, pues ese distanciamiento de la población civil los ha llevado a privilegiar el aparato militar sobre el político, lo que se constituye en un “suicidio” dentro de los principios que tanto pregonan. Esto significa que de continuar el Plan Patriota y las diferentes operaciones en todo el país, los terroristas perderían su base política (la poca que aún conservan) y se encontrarían en una posición de negociación o exterminio.
Entonces, cualquier candidato que represente una posición de fuerza, simplemente será una amenaza a la supervivencia de estos criminales y por lo tanto se convertirá en objetivo militar.
El atentado contra Germán Vargas Lleras es el preámbulo que anuncia las intenciones de los sectores terroristas de evitar a toda costa la prolongación en el tiempo de la Seguridad Democrática. Para tal fin, intentarán eliminar a todos los candidatos que representen una opción de fuerza y que en su discurso, prometan mantener las estrategias de asfixia a la que actualmente están sometidas estas fuerzas del terror.
Con este cobarde prólogo es imposible dejar de recordar a Pablo Escobar, cuando a finales de los 80 y principios de los 90, incendió al país con el terrorismo más depravado del que se tenga memoria en Colombia. Ahora los narcoterroristas intentan reeditar ese capítulo y hacen el “lanzamiento” con uno de los más fuertes candidatos en caso de no pasar la reelección: Germán Vargas Lleras.
Es que para los sectores desestabilizadores, Vargas Lleras representa todo lo que se opone a sus intereses. Por ejemplo, es bueno recordar que fue el Senador quien puso en evidencia la utilización criminal de los municipios incluidos en la zona de distensión, presentando ante el país fotografías y testimonios de lo que allí ocurría: narcotráfico, entrenamiento de terroristas (incluida la instrucción de los “ilustres” y prófugos miembros del IRA) fabricación de armas y campamentos para secuestrados, entre otros usos convenientes para los narcoterroristas.
Entonces, al atacar nuevamente a Vargas Lleras, quieren enviar un mensaje de terror, anunciando desde ya que cualquiera que aspire democráticamente al poder, será su objetivo militar. Porque la autoría de este hecho, en cuanto a la acción, pues recae en el ala militar del terrorismo, pero aún está muy confuso el asunto de los determinadores del hecho. Ojalá se descubra de dónde provino la orden de ejecutar el atentado, porque se comenzarían a desenmascarar a los verdaderos líderes políticos del narcoterrorismo.
Es que una cosa son las palabras, los debates intensos, incluso las descalificaciones inapropiadas que se escuchan tanto del lado de la oposición como del uribismo y otra muy diferente es que los narcoterroristas intenten decidir las próximas elecciones por sustracción de materia, es decir, eliminando candidatos incómodos que puedan resultar una amenaza para su supervivencia... y eso es lo que quieren hacer con su plan B.
Claro, para los terroristas también hay una línea de acción en caso de que la Corte Constitucional declare exequible el acto legislativo que aprueba la reelección presidencial: En ese escenario, se supone que intentarán golpear con todos los medios a su disposición (terrorismo, ataques a la población civil, golpes a unidades militares y de policía, etc.), buscando el desprestigio del Presidente y del programa de Seguridad Democrática e intentar así el resurgimiento de la zozobra y la desesperanza.
En este sentido, los narcoterroristas tienen claro que no resisten otros 4 años de presión nacional e internacional, ni tampoco sus intereses soportan el aislamiento, pues ese distanciamiento de la población civil los ha llevado a privilegiar el aparato militar sobre el político, lo que se constituye en un “suicidio” dentro de los principios que tanto pregonan. Esto significa que de continuar el Plan Patriota y las diferentes operaciones en todo el país, los terroristas perderían su base política (la poca que aún conservan) y se encontrarían en una posición de negociación o exterminio.
Entonces, cualquier candidato que represente una posición de fuerza, simplemente será una amenaza a la supervivencia de estos criminales y por lo tanto se convertirá en objetivo militar.