jueves, agosto 25, 2005

Colombia: entre la producción y el consumo de droga

El consumo de drogas en Colombia viene en aumento. Con esta frase comienza un breve informe de la Presidencia de la República sobre el consumo de sustancias psicoactivas en el país.
El informe señala que “mientras en 1996 el 0,9% de la población entre 10 y 24 años había consumido cocaína alguna vez en la vida, en 1999 esta proporción ascendió a 3,5%, y para 2001 llegó al 4,5%. El consumo de marihuana presenta un comportamiento similar: para 1996 un 5,4% de los colombianos en dicho rango de edad había probado esta droga al menos una vez en su vida, y para 1999 lo había hecho el 9,2%, cifra que permaneció constante hasta 2001.”
Otro informe realizado por Escuela saludable indica que “el consumo de sustancias psicoactivas se ha generalizado y se inicia cada vez a más temprana edad, entre los 12 a 15 años (15.2%) y las mayores frecuencias se encuentran en los estratos más altos.
Ya en detalle, la marihuana es la droga que presenta mayor crecimiento de consumo en Colombia: La edad de inicio del consumo ha descendido en 1995 del grupo 16 a 19 años al grupo de 11 a 13 años.
Así mismo, una investigación de la universidad de Antioquia , informa que el incremento en el consumo de esta droga ocupa el primer lugar entre los indicadores del uso de sustancias ilegales. De cada 1.000 colombianos, ocho la consumen diariamente.
En este mismo sentido, un informe publicado en el periódico de la universidad Nacional asegura que “la marihuana es la sustancia ilegal de mayor consumo seguida de los derivados de la coca (bazuco, pasta y sales de cocaína). Estos datos coinciden con la tendencia del consumo mundial dado por la ONU”.
Así mismo, esta afirmación es respaldada por la universidad de la Sabana :“ de 47 naciones tomadas como muestra, Colombia ocupa el puesto 23 en consumo de marihuana”.
Son realmente escasos los informes estadísticos sobre el consumo de droga en Colombia. El más completo que se encuentra en Internet es un estudio de la Dirección Nacional de Estupefacientes realizado en 1996. El estudio indica que “el consumo de alguna droga ilegal en Colombia en cualquier momento de la vida de una persona, fue de 6.5%, es decir, casi un millón 700 mil colombianos. En cuanto a las características de los consumidores, el crecimiento es cuatro veces mayor en hombres que en mujeres y la proporción del consumo se incrementa a medida que avanza el nivel de instrucción”. Adicionalmente el estudio precisa que “si aumenta el nivel de urbanización aumenta el número de consumidores; los lugares que más consumen son Bogotá y Antioquia, evidenciando que el consumo aumentó en las personas desempleadas y ligeramente en los estudiantes”.
De igual forma, el estudio de la DNP confirma que “la marihuana ha sido y sigue siendo la droga ilegal más utilizada: El 5.4% de la población la ha consumido al menos una vez en la vida, mientras que los consumidores de cocaína y bazuco en la población total se estima que son el 1.6% y 1.5% respectivamente.
Finalmente, “las cifras de consumo de droga en el mundo son alarmantes. La ONU reveló que “más de 200 millones de personas consumen algún tipo de droga, lo que equivale al 5% de la población mundial. La mayoría de los consumidores se encuentran en Norteamérica y Europa, aunque aumenta el número de usuarios en los países asiáticos y de América Latina por donde pasa la droga o se produce”.

miércoles, agosto 24, 2005

Cruce de correspondencia

En días pasados le envié un correo electrónico al ex comisionado de paz José Noé Ríos, con ocasión de un artículo que escribió en El Espectador. Transcribo textualmente los documentos:
Señor José Noé Ríos:
Leí atentamente su columna y gran parte del primer cuadernillo de El Espectador con enorme desconsuelo. En el caso particular de su columna, es evidente su preocupación por los secuestrados que tienen influencia en los medios de comunicación, es decir, aquellos que tienen apellidos rimbombantes o capacidad para ejercer presión, como las familias de los diputados del Valle de Cauca. Pero ni usted, ni NINGUNO de los columnistas hablan una sola palabra sobre TODOS los secuestrados del país: según el último informe de la Contraloría, en Colombia hay más de 5 mil secuestrados que son olvidados por los medios de comunicación nacionales. ¿Es que en Colombia solo importan 63 secuestrados de más de 5 mil?
De otro lado, llama la atención que sean estos 63 secuestrados por las Farc los que permiten la presión para una negociación entre los terroristas y el gobierno, pues justamente fueron secuestrados con ese fin: la presión y el chantaje y usted, entre otros, abre los espacios para que se presione y chantajee al Estado con solo 63 nacionales que padecen esa terrible situación.
Además, es preocupante su visión del tema, cuando afirma que “pretender que los parientes se conviertan en un grupo de presión, aliado del gobierno, es inapropiado y deja un amargo sabor político”. Lo que nunca leí de su parte es que le pareciera inapropiado que las Farc utilizaran el mismo mecanismo cuando sus cabecillas, recuerde a Raúl Reyes, se reunía con los familiares de los secuestrados en la Zona de Distensión. Tampoco recuerdo su protesta cuando les reiteraron una y otra vez a los familiares que presionaran al gobierno para el canje.
Finalmente me queda otra pregunta sobre su escrito: ¿Quién o quiénes sentirían la alegría que se propiciaría con el canje de los 63 secuestrados? Los primeros, obviamente, los mandos de las Farc que se quitan el lastre de tener a estos rehenes de los que no esperan recibir ningún dinero y que les tienen tropas estancadas en la vigilancia de los campos de concentración en que tienen a estos seres humanos como animales en corral. Los segundos, los columnistas que solo hablan de los 63 secuestrados que gozan de influencia y de visibilidad en los medios, porque al lograr el canje, esos periodistas serán reconocidos ante el público como líderes de opinión que consiguieron, mediante presión, doblegar al Estado para el canje humanitario. Y obviamente, Francia, Juan Carlos Lecompte y los familiares de los 63 secuestrados. En horabuena por ellos... ¿Y la alegría de las otras 5 mil familias de los secuestrados por dinero?

Señor Restrepo:
Tiene toda la razón. Es necesario preocuparse por todos los secuestrados que están en manos de guerrilla, paramilitares y delincuentes comunes. Lo ideal es que el secuestro termine en nuestro país.
Pero la columna que usted comenta se escribe porque el gobierno, con los actos de la semana que concluye, aceptó una reunión para hablar de los secuestrados políticos que no son otros que los diputados, los excandidatos y exgobernantes, mas los policías.
Mi tesis es solo una. Si hay interés real en llegar a un acuerdo, hay que centrarse en lo principal que es poner libre esa gente y no en lo secundario que es discutir donde. Y mi convicción es que si se logra llegar a un acuerdo se abre el camino para solucionar la situación de todos los secuestrados y puede volver la idea de la solución política para el conflicto en general.
Entonces, no es que yo solo tenga interés en 63 personas. No. Como colombiano de bien, tengo interés en todos los secuestrados y en que se acabe la violencia de este país. Me preocupa mucho la situación de los 38 policías y militares, que no han hecho nada diferente que prestarle servicios al país y que no tienen propiamente apellidos rimbombantes. Me preocupa la paz de nuestro país.
Yo no estoy abriendo espacios para el chantaje. Estoy diciéndole al estado y a la guerrilla que no tomen del pelo a la gente creandole falsas ilusiones. Si se deciden dialogar, pues que dialoguen.
Insisto que el gobierno no debe utilizar a los familiares para que apoyen una propuesta especial del gobierno. A ellos no pueden volverlos parte de la solución. A ellos lo que hay que hacer es devolverles a sus familiares. No hay porqué volverlos instrumentos del conflicto. Pero esa es mi opinión y si la suya es diferente yo la respeto.
Cuando yo digo que los colombianos sentirán una inmensa alegría cuando liberen a los 63 secuestrados es porque lo siento así. Lo viví cuando se hizo la liberación de los 70 soldados en Cartagena del Chairá, en proceso que tuve la oportunidad de dirigir. Pero también es una opinión. Si usted no se va a poner contento cuando liberen a los soldados y a Ingrid mas los diputados y las otras personas, obviamente también lo respeto.
De manera señor Restrepo que yo he planteado mis convicciones. El tema es controversial. He recibido muchos correos donde otras personas están de acuerdo con mis planteamientos y muchos también con una opinión similar a la suya.
Lo importante es el respeto y ser capaces de convivir en medio del respeto por la diferencia.
JOSE NOE RÍOS MUÑOZ

lunes, agosto 22, 2005

A despertar de la indiferencia

Andrés Caicedo decía que “uno debe morir cuando pierde la capacidad de maravillarse”, seguramente parafraseando a Albert Einstein. Posiblemente el escritor caleño, a sus 25 años, se encontró sumido en la indiferencia y por eso, el 4 de marzo de 1977, decidió suicidarse, recordando esa frase que a menudo pronunciaba ante sus compañeros y maestros en el colegio San Luis de Cali.
La indiferencia frente a los hechos que nos rodean puede ser un síntoma claro de perder la facultad de maravillarse. En la guerra civil de El Salvador, los niños perdieron su capacidad de aterrarse ante los cadáveres que aparecían en las puertas de sus casas o en las calles de sus pueblos o barrios. Poco a poco, esos muertos se convirtieron en algo tan cotidiano que lo máximo a lo que se aspiraba era que ese cadáver generara algo de curiosidad.
No muy lejos de El Salvador, en un país llamado Colombia, todos nos hemos acostumbrado a convivir pasivamente ante la muerte, la corrupción, la traición y la deslealtad. No de otra manera se puede entender el silencio y la quietud de la sociedad frente a hechos tan aterradores como el secuestro y el homicidio.
Cuando Antanas Mockus, como Alcalde, convocó a una marcha para rechazar las acciones terroristas que amenazaban a Bogotá, solo un puñado de ciudadanos participaron activamente. En ese momento, muy pocos lograron comprender la dimensión del acto terrorista que inspiró esa marcha. Hace 3 años, las Farc dinamitaron una válvula en Chingaza, aunque la intención era destruir un muro de la represa, lo que hubiera dejado a Bogotá sin agua por varias semanas. “Asimismo puso en inminente peligro de muerte a miles de personas de la vertiente de los Llanos Orientales, ya que el atentado pudo haber generado una inundación de efectos catastróficos. Técnicamente, el “vaciado rápido” de una represa como la de Chingaza hubiera provocado una avalancha de proporciones gigantescas que habría destruido parte de la ciudad de Villavicencio, capital del departamento del Meta”.
Pero ni la sed, ni el intento de cometer semejante masacre pudieron conmover a los bogotanos. Tampoco el país elevó su voz de protesta: la capacidad de los colombianos de aterrarse perdió la prueba y demostró que, o está dormida, o finalmente murió sepultada por la avalancha de situaciones negativas que ocurren en nuestro país.
Un ejemplo claro de resistencia civil lo dio la sociedad española cuando se levantó contra la ETA. El 12 de junio de 1997, la agrupación terrorista secuestró y asesinó al concejal Miguel Ángel Blanco. Los etarras pretendían la liberación de varios de sus activistas detenidos a cambio de liberar al secuestrado. Vencido el plazo, el cadáver de Blanco apareció junto a un árbol. A las pocas horas las calles de las principales ciudades ibéricas estaban colmadas de manifestantes que tildaban de asesinos a los miembros de ETA y a los de la agrupación política HB. Al finalizar la tarde, las instalaciones del brazo político de ETA, el movimiento Herri Batasuna, fueron militarizadas para impedir que los manifestantes destruyeran por completo las sedes políticas.
La indiferencia ha permitido que los terroristas y los violentos asesinen, por ejemplo, a 117 personas en la iglesia de Bojayá; o que dos aviones transporten a paramilitares hasta la población de Mapiripán, en el Meta, y ultimen, a sangre fría, a más de 40 personas.
De igual forma, esta indiferencia ha sido terreno fértil para que asesinen a personas de gran valía, como Guillermo Cano, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez, Fernando Landazábal y miles de colombianos cuya sangre se ha derramado por las calles y campos de esta tierra.
Sorprende semejante adormecimiento, pues guardamos un silencio cómplice frente a los robos y desfalcos como Dragacol, Colpuertos y los terrenos del Guavio entre muchos actos de corrupción que ya parecen normales.
Lo cierto es que la indiferencia colombiana parece cada vez más un suicidio social y colectivo, producto del adormecimiento de nuestra capacidad de maravillarnos.