El domingo pasado, El Espectador dedicó prácticamente todo el primer cuadernillo a difundir los presagios de desastre que están lanzando algunos profetas venidos a menos. Néstor Humberto Martínez, por ejemplo, aseguró que “lo de Putumayo es la primera manifestación de lo que viene”. Lo mismo dijeron cuando el ataque a Toribío, Cauca; cuando los ataques en Nariño y en Chocó: pero curioso, más allá de unas acciones cobardes y desesperadas, Colombia ha continuado por el incipiente camino del progreso.
Otro que lanzó, en una entrevista de casi una página, sus discursos fantasiosos enmarcados en profecías apocalípticas fue el futuro candidato Álvaro Leyva Durán, quien en un aparte señaló, sobre la reconciliación nacional lo siguiente: “Alguna vez le dije a El Espectador que ese objetivo se puede conseguir en ocho meses. Ahora puedo afirmar que se puede lograr en seis”.
Esa promesa de ocho meses fue la misma que le permitió venderle a Andrés Pastrana Arango el proyecto que finalmente se convirtió en el plan de paz de ese gobierno, lo que a la postre significó el desastre de la zona de distensión en San Vicente del Caguán y otros municipios de la zona.
Ahora, como mago que saca un conejo del cubilete, hace una promesa condicionada: “si las cosas se hacen bien”, obtendría la reconciliación en Colombia en solo medio año. Teniendo en cuenta sus estrechos vínculos con las Farc, esta declaración no puede pasar inadvertida, porque demuestra la urgencia que tienen los narcoterroristas de recibir una bala de oxígeno, ante la presión de las Fuerzas Armadas.
No de otra manera se puede entender que su as bajo la manga haga un anuncio de semejante envergadura, pues si en las condiciones de antaño era posible alcanzar la reconciliación en menos de un año, con una guerrilla que tenía un pie de fuerza enorme, todos los recursos a su antojo, algún apoyo popular y unas Fuerzas Militares acuarteladas y sin presupuesto; resultaría absurdo pensar que ahora se puede lograr la cacareada reconciliación en menos tiempo si las Farc no estuvieran seriamente golpeadas.
Otros detalles de la entrevista demuestran que por primera vez en más de 40 años, las Farc realmente están en problemas. El candidato Leyva afirmó: “Yo no creo en planes patriotas, yo lo que creo es en la reconciliación nacional”. Aparte de ser el mismo discurso que compró Andrés Pastrana en su momento, reitera la necesidad y el afán de los cabecillas de las Farc para buscar salidas que les permitan evadir el ahogo al que están sometidos. Y para eso, nada mejor que recurrir a uno de sus más cercanos, para que desprestigie las acciones que les están haciendo daño.
Sin embargo, el candidato demostró que su discurso es incoherente con las realidades históricas del país: Al ser indagado sobre el acuerdo humanitario, Leyva sostuvo que “la verdad es que él (Presidente) tiene un libreto para la guerra, para continuar con el conflicto armado”. Entonces Leyva se contradice, o por lo menos no tiene idea en qué mundo habita: el gobierno de Andrés Pastrana Arango tenía un libreto para la paz, elaborado y asesorado en su ejecución por Álvaro Leyva Durán y sin embargo, al finalizar ese periodo presidencial, el conflicto en Colombia no solo continuaba sino que estaba en una de las etapas más complejas, pues las Farc habían ganado terreno gracias a la ingenuidad del Presidente y de la mayoría de colombianos que en su momento creímos, torpes de nosotros, que había posibilidades de una solución negociada con un grupo de delincuentes dedicados al negocio del narcotráfico y del secuestro como las Farc.
Pero faltaba la frase apocalíptica sobre el futuro de Colombia y de un gobierno que ha debilitado las estructuras guerrilleras en el país: “el día que se levante el telón de la realidad y se caiga al suelo ese libreto, el público comprobará que nada de lo que se ha pregonado corresponde a la verdad”. Aterran los que hablan de la verdad, porque terminan siendo dictadores incuestionables. Pero sorprende el temor que tienen las estructuras políticas tradicionales del país ante la fuerza y el apoyo que tiene Uribe en la nación, pues la declaración refleja perfectamente las fantasías de los que ahora están quedando en evidencia frente a la ciudadanía y, sobre todo, comprueba una vez más el deseo, casi delirante, de un fracaso presidencial que les permita retomar los hilos del poder para su propio beneficio. ¡Sueñe candidato Leyva!... no le queda más.
Otro que lanzó, en una entrevista de casi una página, sus discursos fantasiosos enmarcados en profecías apocalípticas fue el futuro candidato Álvaro Leyva Durán, quien en un aparte señaló, sobre la reconciliación nacional lo siguiente: “Alguna vez le dije a El Espectador que ese objetivo se puede conseguir en ocho meses. Ahora puedo afirmar que se puede lograr en seis”.
Esa promesa de ocho meses fue la misma que le permitió venderle a Andrés Pastrana Arango el proyecto que finalmente se convirtió en el plan de paz de ese gobierno, lo que a la postre significó el desastre de la zona de distensión en San Vicente del Caguán y otros municipios de la zona.
Ahora, como mago que saca un conejo del cubilete, hace una promesa condicionada: “si las cosas se hacen bien”, obtendría la reconciliación en Colombia en solo medio año. Teniendo en cuenta sus estrechos vínculos con las Farc, esta declaración no puede pasar inadvertida, porque demuestra la urgencia que tienen los narcoterroristas de recibir una bala de oxígeno, ante la presión de las Fuerzas Armadas.
No de otra manera se puede entender que su as bajo la manga haga un anuncio de semejante envergadura, pues si en las condiciones de antaño era posible alcanzar la reconciliación en menos de un año, con una guerrilla que tenía un pie de fuerza enorme, todos los recursos a su antojo, algún apoyo popular y unas Fuerzas Militares acuarteladas y sin presupuesto; resultaría absurdo pensar que ahora se puede lograr la cacareada reconciliación en menos tiempo si las Farc no estuvieran seriamente golpeadas.
Otros detalles de la entrevista demuestran que por primera vez en más de 40 años, las Farc realmente están en problemas. El candidato Leyva afirmó: “Yo no creo en planes patriotas, yo lo que creo es en la reconciliación nacional”. Aparte de ser el mismo discurso que compró Andrés Pastrana en su momento, reitera la necesidad y el afán de los cabecillas de las Farc para buscar salidas que les permitan evadir el ahogo al que están sometidos. Y para eso, nada mejor que recurrir a uno de sus más cercanos, para que desprestigie las acciones que les están haciendo daño.
Sin embargo, el candidato demostró que su discurso es incoherente con las realidades históricas del país: Al ser indagado sobre el acuerdo humanitario, Leyva sostuvo que “la verdad es que él (Presidente) tiene un libreto para la guerra, para continuar con el conflicto armado”. Entonces Leyva se contradice, o por lo menos no tiene idea en qué mundo habita: el gobierno de Andrés Pastrana Arango tenía un libreto para la paz, elaborado y asesorado en su ejecución por Álvaro Leyva Durán y sin embargo, al finalizar ese periodo presidencial, el conflicto en Colombia no solo continuaba sino que estaba en una de las etapas más complejas, pues las Farc habían ganado terreno gracias a la ingenuidad del Presidente y de la mayoría de colombianos que en su momento creímos, torpes de nosotros, que había posibilidades de una solución negociada con un grupo de delincuentes dedicados al negocio del narcotráfico y del secuestro como las Farc.
Pero faltaba la frase apocalíptica sobre el futuro de Colombia y de un gobierno que ha debilitado las estructuras guerrilleras en el país: “el día que se levante el telón de la realidad y se caiga al suelo ese libreto, el público comprobará que nada de lo que se ha pregonado corresponde a la verdad”. Aterran los que hablan de la verdad, porque terminan siendo dictadores incuestionables. Pero sorprende el temor que tienen las estructuras políticas tradicionales del país ante la fuerza y el apoyo que tiene Uribe en la nación, pues la declaración refleja perfectamente las fantasías de los que ahora están quedando en evidencia frente a la ciudadanía y, sobre todo, comprueba una vez más el deseo, casi delirante, de un fracaso presidencial que les permita retomar los hilos del poder para su propio beneficio. ¡Sueñe candidato Leyva!... no le queda más.