¿Quién no quiere ver a Don Berna en una celda de la cárcel de máxima seguridad en Combita? La gran mayoría de colombianos queremos que los delincuentes paguen por sus culpas y se sometan a la pena impuesta por la justicia.
El tema de Don Berna ciertamente genera inquietudes y sinsabores. Inquietudes porque su papel en Ralito no era ni es claro: si era un observador y no estaba involucrado de lleno en la negociación y solo estaba analizando el momento oportuno para entrar de lleno en las negociaciones, entonces no se le puede exigir que cumpla un cese al fuego que no acordó. Pero si estaba como simple observador, hay que reconocerle el oportunismo y la victoria que obtuvo al dar el paso para la desmovilización en esta crisis que le generó esta oportunidad.
También genera sinsabores porque al ser enterado de la orden de captura proferida por la Fiscalía, se dio a la fuga y solo la intervención del comisionado Luis Carlos Restrepo y la firma de un acuerdo muy conveniente para el acusado, lograron que se entregara para ser privado de la libertad en la finca Tres Esquinas. La entrega de Don Berna estuvo acompañada del anuncio de desmovilización de varios bloques paramilitares y del ingreso a la mesa de negociación de Vicente Castaño Gil. Pero deja un mal sabor el sitio de reclusión que sienta un precedente negativo para los futuros desmovilizados y para aquellos que han cometido crímenes de lesa humanidad.
Otro aspecto importante fue el mencionado por el senador Rodrigo Rivera en cuanto a la necesidad de diferenciar el tratamiento entre quienes han cumplido con el cese al fuego y quienes no lo han hecho, pues si todos van a ser tratados con los mismos privilegios, ¿qué motivación real tendrán para dejar de delinquir y de asesinar colombianos?
Tampoco se entiende la ingerencia del Ejecutivo en el poder judicial, predominando la orden gubernamental de mantener a Adolfo Paz en cercanías al sitio central de la negociación y no el acatamiento de las leyes que indican que los detenidos deben ser albergados en centros penitenciarios.
Lo cierto del asunto es que Don Berna se entregó en medio de una persecución de grandes magnitudes adelantada por tres oficiales de la policía que tienen experiencia en la cacería de criminales. Entonces, a Adolfo Paz no se le puede aplicar el concepto que sostiene que hay que hacer concesiones a las AUC porque ellos no fueron vencidos en combate ni presionados a negociar: Don Berna fue vencido y presionado a negociar, así haya logrado el triunfo en una batalla política. Además, porque lo ocurrido en Medellín unas horas antes de su captura (o rendición o entrega, como lo quieran llamar) es sumamente grave y recordó las épocas más oscuras del inmenso poder del Cartel de Medellín, que paraba la ciudad cuando lo consideraba benéfico para sus intereses.
Este es un momento crucial para aclarar el panorama de la negociación: si Adolfo Paz va a una cárcel esto se convertirá en una señal inequívoca de lo que les espera a quienes cometan actos salvajes, sean del grupo que sean, estén o no en negociaciones de paz. De igual forma, la ciudadanía podría ver en esto una esperanza de justicia y no traería a la memoria el ingrato tema de la Catedral de Escobar. Pero la situación también es un llamado de atención para aquellos que están frenando la ley de Justicia y Paz, porque a mayor demora, más impunidad. Ya el Comisionado aseguró que todos los delitos que cometan las AUC antes de la aprobación de la ley, serán cobijados por la misma, pues como es obvio, la ley no es retroactiva y no podría entrar a estudiar casos que se dieron con anterioridad a su promulgación: si la ley hubiera sido aprobada cuando el gobierno lo pidió, hoy la situación con Adolfo Paz sería diferente y de paso, se evitaría la comisión de delitos atroces por parte de los paramilitares que están sentados en la mesa de Ralito.
El tema de Don Berna ciertamente genera inquietudes y sinsabores. Inquietudes porque su papel en Ralito no era ni es claro: si era un observador y no estaba involucrado de lleno en la negociación y solo estaba analizando el momento oportuno para entrar de lleno en las negociaciones, entonces no se le puede exigir que cumpla un cese al fuego que no acordó. Pero si estaba como simple observador, hay que reconocerle el oportunismo y la victoria que obtuvo al dar el paso para la desmovilización en esta crisis que le generó esta oportunidad.
También genera sinsabores porque al ser enterado de la orden de captura proferida por la Fiscalía, se dio a la fuga y solo la intervención del comisionado Luis Carlos Restrepo y la firma de un acuerdo muy conveniente para el acusado, lograron que se entregara para ser privado de la libertad en la finca Tres Esquinas. La entrega de Don Berna estuvo acompañada del anuncio de desmovilización de varios bloques paramilitares y del ingreso a la mesa de negociación de Vicente Castaño Gil. Pero deja un mal sabor el sitio de reclusión que sienta un precedente negativo para los futuros desmovilizados y para aquellos que han cometido crímenes de lesa humanidad.
Otro aspecto importante fue el mencionado por el senador Rodrigo Rivera en cuanto a la necesidad de diferenciar el tratamiento entre quienes han cumplido con el cese al fuego y quienes no lo han hecho, pues si todos van a ser tratados con los mismos privilegios, ¿qué motivación real tendrán para dejar de delinquir y de asesinar colombianos?
Tampoco se entiende la ingerencia del Ejecutivo en el poder judicial, predominando la orden gubernamental de mantener a Adolfo Paz en cercanías al sitio central de la negociación y no el acatamiento de las leyes que indican que los detenidos deben ser albergados en centros penitenciarios.
Lo cierto del asunto es que Don Berna se entregó en medio de una persecución de grandes magnitudes adelantada por tres oficiales de la policía que tienen experiencia en la cacería de criminales. Entonces, a Adolfo Paz no se le puede aplicar el concepto que sostiene que hay que hacer concesiones a las AUC porque ellos no fueron vencidos en combate ni presionados a negociar: Don Berna fue vencido y presionado a negociar, así haya logrado el triunfo en una batalla política. Además, porque lo ocurrido en Medellín unas horas antes de su captura (o rendición o entrega, como lo quieran llamar) es sumamente grave y recordó las épocas más oscuras del inmenso poder del Cartel de Medellín, que paraba la ciudad cuando lo consideraba benéfico para sus intereses.
Este es un momento crucial para aclarar el panorama de la negociación: si Adolfo Paz va a una cárcel esto se convertirá en una señal inequívoca de lo que les espera a quienes cometan actos salvajes, sean del grupo que sean, estén o no en negociaciones de paz. De igual forma, la ciudadanía podría ver en esto una esperanza de justicia y no traería a la memoria el ingrato tema de la Catedral de Escobar. Pero la situación también es un llamado de atención para aquellos que están frenando la ley de Justicia y Paz, porque a mayor demora, más impunidad. Ya el Comisionado aseguró que todos los delitos que cometan las AUC antes de la aprobación de la ley, serán cobijados por la misma, pues como es obvio, la ley no es retroactiva y no podría entrar a estudiar casos que se dieron con anterioridad a su promulgación: si la ley hubiera sido aprobada cuando el gobierno lo pidió, hoy la situación con Adolfo Paz sería diferente y de paso, se evitaría la comisión de delitos atroces por parte de los paramilitares que están sentados en la mesa de Ralito.