Las manipulaciones políticas no son recientes. Napoleón organizó una oficina de prensa que llamó, tal vez en algún momento de buen humor, su Oficina de la Opinión Pública. La función de esa oficina era fabricar tendencias políticas a pedido. Maquiavelo también hizo algunas originales contribuciones al pensamiento en este sentido.
La manipulación del pueblo a manos de un tirano en una sociedad controlada es un asunto relativamente sencillo, pudiendo el tirano gobernar con dureza o con benignidad, según le plazca. La verdadera prueba consiste en manejar con eficacia a los ciudadanos de una sociedad libre que pueden votar para destituir funcionarios de sus cargos, o no respaldar las aspiraciones de un candidato.
La manipulación política efectiva y la persuasión de las masas en estas últimas situaciones tuvo que esperar la aparición de los manipuladores de símbolos, que no prestaron seria atención a la política hasta mediados del siglo XX.
Luego, en muy pocos años, en la campaña presidencial en los Estados Unidos de 1956, dieron pasos agigantados para cambiar las tradicionales características de la vida política norteamericana.
A comienzos de la década del 50, The New York World Telegram, diario republicano, describía los preparativos de las elecciones de 1960 de representantes al Congreso. En su editorial explicaba que “los políticos están aplicando todas las astutas técnicas de propaganda utilizadas por la producción norteamericana en masa para vender autos, sales de baño y podadoras”. Bajo la presidencia de Leonard W. Halll y Robert Humphreys, director de publicidad, el Comité Electoral Republicano disponía de material hecho a pedido para los candidatos , cuando necesitaran utilizarlos en los medios: televisión, películas, dibujos y gráficos, anuncios dramatizados de radio, envío de noticias a los pueblos del interior, técnicas de entrevistas callejeras, etc.
También las empresas que realizan encuestas comenzaron a prestar atención a la política. Durante la campaña norteamericana de 1952 se anunció que las largas peroratas sobre temas como la inflación y Corea tendrían muy poco que ver con el resultado de la elección. En ese sentido, los expertos aseguraron que el punto vital de la campaña consistía en el impacto emotivo ejercido por los candidatos rivales. Después de la campaña se afirmó que había que aplicar las técnicas de encuesta en profundidad para los pronósticos políticos. Se afirmó que empleando técnicas proyectivas para descubrir la emotividad, podría predecirse la favorabilidad del candidato ganador.
Un experto en técnicas de publicidad y de encuestas de profundidad para productos masivos incluso afirmó que si se les diera rienda suelta a los agentes de publicidad en las campañas políticas, éstos podrían impulsar al elector flotante en cualquier dirección, convenciendo al indeciso o indiferente.
El representante de una agencia de publicidad dijo que el elector indeciso no es el votante consciente e independiente que se pinta a menudo: El elector oscilante cambia por cualquier razón mínima, como por ejemplo, el hecho de no gustar de la esposa del candidato.
A mediados de los años 50, los políticos más emprendedores se miraban al espejo para ver si tenñían la apariencia correcta. En este sentido, decía el periódico comercial Printer’s Ink: “Todo candidato se da cuenta, por supuesto de que cuanto antes comience a crear una imagen de si mismo en relación con los problemas cotidianos, tantas más posibilidades de éxito tendrá”.
Esto es lo que veremos en la próxima campaña a la Presidencia: pocos, muy pocos argumentos, enormes cargas de ataques, manejos de expertos en comunicación política en los discursos, en las posturas físicas y hasta en las sonrisas. Es aquí cuando el oído agudo y la visión crítica nos permitirán quitar el ruido que han incluido los asesores y comenzar a encontrar el escaso contenido programático que nos presentarán los aspirantes. Eso si: nada nuevo en lo que a campañas políticas se refiere.
Extractos del libro Las formas ocultas de la propaganda de Vance Packard.
La manipulación del pueblo a manos de un tirano en una sociedad controlada es un asunto relativamente sencillo, pudiendo el tirano gobernar con dureza o con benignidad, según le plazca. La verdadera prueba consiste en manejar con eficacia a los ciudadanos de una sociedad libre que pueden votar para destituir funcionarios de sus cargos, o no respaldar las aspiraciones de un candidato.
La manipulación política efectiva y la persuasión de las masas en estas últimas situaciones tuvo que esperar la aparición de los manipuladores de símbolos, que no prestaron seria atención a la política hasta mediados del siglo XX.
Luego, en muy pocos años, en la campaña presidencial en los Estados Unidos de 1956, dieron pasos agigantados para cambiar las tradicionales características de la vida política norteamericana.
A comienzos de la década del 50, The New York World Telegram, diario republicano, describía los preparativos de las elecciones de 1960 de representantes al Congreso. En su editorial explicaba que “los políticos están aplicando todas las astutas técnicas de propaganda utilizadas por la producción norteamericana en masa para vender autos, sales de baño y podadoras”. Bajo la presidencia de Leonard W. Halll y Robert Humphreys, director de publicidad, el Comité Electoral Republicano disponía de material hecho a pedido para los candidatos , cuando necesitaran utilizarlos en los medios: televisión, películas, dibujos y gráficos, anuncios dramatizados de radio, envío de noticias a los pueblos del interior, técnicas de entrevistas callejeras, etc.
También las empresas que realizan encuestas comenzaron a prestar atención a la política. Durante la campaña norteamericana de 1952 se anunció que las largas peroratas sobre temas como la inflación y Corea tendrían muy poco que ver con el resultado de la elección. En ese sentido, los expertos aseguraron que el punto vital de la campaña consistía en el impacto emotivo ejercido por los candidatos rivales. Después de la campaña se afirmó que había que aplicar las técnicas de encuesta en profundidad para los pronósticos políticos. Se afirmó que empleando técnicas proyectivas para descubrir la emotividad, podría predecirse la favorabilidad del candidato ganador.
Un experto en técnicas de publicidad y de encuestas de profundidad para productos masivos incluso afirmó que si se les diera rienda suelta a los agentes de publicidad en las campañas políticas, éstos podrían impulsar al elector flotante en cualquier dirección, convenciendo al indeciso o indiferente.
El representante de una agencia de publicidad dijo que el elector indeciso no es el votante consciente e independiente que se pinta a menudo: El elector oscilante cambia por cualquier razón mínima, como por ejemplo, el hecho de no gustar de la esposa del candidato.
A mediados de los años 50, los políticos más emprendedores se miraban al espejo para ver si tenñían la apariencia correcta. En este sentido, decía el periódico comercial Printer’s Ink: “Todo candidato se da cuenta, por supuesto de que cuanto antes comience a crear una imagen de si mismo en relación con los problemas cotidianos, tantas más posibilidades de éxito tendrá”.
Esto es lo que veremos en la próxima campaña a la Presidencia: pocos, muy pocos argumentos, enormes cargas de ataques, manejos de expertos en comunicación política en los discursos, en las posturas físicas y hasta en las sonrisas. Es aquí cuando el oído agudo y la visión crítica nos permitirán quitar el ruido que han incluido los asesores y comenzar a encontrar el escaso contenido programático que nos presentarán los aspirantes. Eso si: nada nuevo en lo que a campañas políticas se refiere.
Extractos del libro Las formas ocultas de la propaganda de Vance Packard.