¿Sabías que en mi adolescencia te dediqué varios poemas? supongo que tenía la intención de buscar un poco de tu atención... pero no lo logré. Recuerdo que siempre te busqué y tu huías, como si quisieras alejarte de mi. Ya bien entrada la noche, llegabas a casa, aflojabas tu corbata, te sentabas en tu sillón favorito, prendías el tocadiscos y te sumergías en un profundo silencio. Un rato después entrabas a tu habitación, saludabas a mamá y luego te acostabas a dormir. Tres horas de sueño al día eran suficientes para ti. Pero eras un hombre de silencios en casa y de palabras en tu oficio.
Tu ausencia brilló en mi vida, porque el trabajo, los amigos, el país, la gente y los aviones eran siempre más importantes que compartir un poco con tu hijo... pero no importa, porque ahí estuvo mi madre, quien intentó siempre llenar el vacío.
En los momentos difíciles, cuando un nudo en la garganta se apoderaba de mi, no estuvo tu mano, posiblemente porque estabas ocupado con el absorbente trabajo que te daría el dinero para comprar el amor, cuando solo bastaban unas palabras, algunos gestos y una mano amiga que orientara mi camino.
Temor y respeto: así podría definir nuestra relación, porque nunca sentí la presencia del amor paterno. Nunca entenderé el cariño que siento por ti; algo debiste hacer para ganarlo, pero no lo tengo en mi memoria y eso es injusto de mi parte.
También recuerdo los valores que te admiré, por la gentileza en tu trato con los demás, por la fuerza que le imprimías a cada labor que emprendías; por esa fe en ti, en tu gente y en este país. Obviamente siempre me sentiré orgulloso de tu valentía y de la rectitud en cada una de tus acciones, porque justamente por esa honradez decidiste abandonar lo que más amabas que era el cielo.
Llegan a mi memoria tus acciones de coraje, el sacrificio que significaba trabajar desde las 4 de la mañana hasta las 12 de la noche, día tras día, año tras año, porque las metas que te impusiste cuando joven, eran utopías hasta que las convertiste en realidad.
Renunciaste a tu familia, al descanso, a la vida misma, por una causa que muy pocos entendían: creías en Colombia y en su gente como nadie. Tus convicciones sobre el respeto a la ley eran tan fuertes, que muchos de los que eran tus amigos no lograron cumplir con tus expectativas y defraudaron tu confianza, aunque sospecho que realmente nunca lograste confiar en alguien.
Pero diste ejemplo. Demostraste que al perseguir los sueños se alcanzan las metas, sacrificando mucho pero seguramente sintiendo la satisfacción del deber cumplido.
Aprendí de ti a cumplir con mi misión, a ser honesto y vertical, a llamar las cosas por su nombre, sin distorsiones, sin ambages, con toda la fuerza de la convicción.
Ahora que soy padre y tu no estás, trato de darle a mi retoño lo que me hizo falta, decirle que la amo cuantas veces sea necesario, apoyarla, fortalecer su autoestima y contarle que tuvo un abuelo que fue modelo de hombre para muchos: hoy veo a tus discípulos convertidos en gente valiosa para Colombia. Los veo trabajar como tu lo hacías y también he presenciado el abandono del que son víctimas sus familias. Pero nada es perfecto y hoy tengo que reconocer que diste lo mejor de ti para dejarme un país mejor.
¿Serán motivos suficientes para explicar mi cariño por ti? No lo se. Ahora ya no podemos hablar. Te fuiste dejando sembrado el futuro y a fe que la cosecha es prometedora.
Tu ausencia brilló en mi vida, porque el trabajo, los amigos, el país, la gente y los aviones eran siempre más importantes que compartir un poco con tu hijo... pero no importa, porque ahí estuvo mi madre, quien intentó siempre llenar el vacío.
En los momentos difíciles, cuando un nudo en la garganta se apoderaba de mi, no estuvo tu mano, posiblemente porque estabas ocupado con el absorbente trabajo que te daría el dinero para comprar el amor, cuando solo bastaban unas palabras, algunos gestos y una mano amiga que orientara mi camino.
Temor y respeto: así podría definir nuestra relación, porque nunca sentí la presencia del amor paterno. Nunca entenderé el cariño que siento por ti; algo debiste hacer para ganarlo, pero no lo tengo en mi memoria y eso es injusto de mi parte.
También recuerdo los valores que te admiré, por la gentileza en tu trato con los demás, por la fuerza que le imprimías a cada labor que emprendías; por esa fe en ti, en tu gente y en este país. Obviamente siempre me sentiré orgulloso de tu valentía y de la rectitud en cada una de tus acciones, porque justamente por esa honradez decidiste abandonar lo que más amabas que era el cielo.
Llegan a mi memoria tus acciones de coraje, el sacrificio que significaba trabajar desde las 4 de la mañana hasta las 12 de la noche, día tras día, año tras año, porque las metas que te impusiste cuando joven, eran utopías hasta que las convertiste en realidad.
Renunciaste a tu familia, al descanso, a la vida misma, por una causa que muy pocos entendían: creías en Colombia y en su gente como nadie. Tus convicciones sobre el respeto a la ley eran tan fuertes, que muchos de los que eran tus amigos no lograron cumplir con tus expectativas y defraudaron tu confianza, aunque sospecho que realmente nunca lograste confiar en alguien.
Pero diste ejemplo. Demostraste que al perseguir los sueños se alcanzan las metas, sacrificando mucho pero seguramente sintiendo la satisfacción del deber cumplido.
Aprendí de ti a cumplir con mi misión, a ser honesto y vertical, a llamar las cosas por su nombre, sin distorsiones, sin ambages, con toda la fuerza de la convicción.
Ahora que soy padre y tu no estás, trato de darle a mi retoño lo que me hizo falta, decirle que la amo cuantas veces sea necesario, apoyarla, fortalecer su autoestima y contarle que tuvo un abuelo que fue modelo de hombre para muchos: hoy veo a tus discípulos convertidos en gente valiosa para Colombia. Los veo trabajar como tu lo hacías y también he presenciado el abandono del que son víctimas sus familias. Pero nada es perfecto y hoy tengo que reconocer que diste lo mejor de ti para dejarme un país mejor.
¿Serán motivos suficientes para explicar mi cariño por ti? No lo se. Ahora ya no podemos hablar. Te fuiste dejando sembrado el futuro y a fe que la cosecha es prometedora.