"Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente...
Desahuciado está el que tiene que marchar,
Que el futuro no me sea indiferente...
Desahuciado está el que tiene que marchar,
A vivir una cultura diferente".
Esta estrofa de Solo le pido a Dios, de León Giecco, demuestra lo que siento por aquellos colombianos que han tenido que renunciar a su tierra y a su gente, por alcanzar sus sueños o por buscar un mejor vivir.
Admiro esa fortaleza que muestran, cuando dan la espalda para continuar su camino, no como renunciantes, sino como seres que luchan por la conquista de sus sueños. Esas mujeres que han llegado a Estados Unidos, padeciendo las penurias y los peligros de la frontera de México y Estados Unidos, para conseguir un puesto en cualquier actividad decente, que les permita sobrevivir y ahorrar para sus familias... son verdaderas heroínas que merecen el reconocimiento.
Otros han buscado mejorar su calidad de vida y, ante la falta de oportunidades, han decidido conquistar sus cumbres en otros países, asumiendo con entereza la soledad, la adaptación a nuevas costumbres y en algunas ocasiones, el desprecio que reciben por ser colombianos.
Unos más, han tenido que salir a la fuerza de Colombia: perseguidos por sus convicciones, por sus ideas y palabras; son condenados al destierro y sin embargo, en esa condición, levantan sus cabezas y emprenden con una fuerza inusitada el camino que les permitirá, además de conservar la vida, buscar mejores horizontes para sus ideas y palabras.
Y hay más: algunos se van del país como un acto de amor, siguiendo a ese príncipe o a la princesa que les robó el corazón: no importan los sacrificios, ni el continuo traslado de un lugar a otro... están con el amor de sus vidas y eso les da la felicidad. Tanto han conquistado algunas de estas últimas, que hoy son prometedoras empresarias en Europa.
Pero llega el momento del regreso. Llega un misterioso tiempo en que algo nos jala, nos atrae como un imán que arrastra nuevamente a la tierra que nos vio nacer. Nadie lo puede explicar con claridad: unos hablamos de la comida. Otros de los amigos, de la familia, de la gente. Unos más se dejan seducir por los recuerdos de algunos parajes cuyo reencuentro es impostergable.
Tierra, comida, gente, amigos, parajes, son las excusas para obedecer el llamado que sienten en el corazón. Comienzan a trabajar con más ahínco para el retorno. De pronto se ven en los grandes almacenes, comprando obsequios para demostrar que siempre tuvieron presentes a los suyos.
No me gusta que los colombianos se vayan de su tierra, pero las razones para hacerlo son respetables, válidas e incluso dolorosas. Pero esta Colombia, con todos sus problemas, con el caos que nos caracteriza, con la pasión encendida que despierta en los corazones que aún viven; tarde o temprano obliga al regreso.
Admiro esa fortaleza que muestran, cuando dan la espalda para continuar su camino, no como renunciantes, sino como seres que luchan por la conquista de sus sueños. Esas mujeres que han llegado a Estados Unidos, padeciendo las penurias y los peligros de la frontera de México y Estados Unidos, para conseguir un puesto en cualquier actividad decente, que les permita sobrevivir y ahorrar para sus familias... son verdaderas heroínas que merecen el reconocimiento.
Otros han buscado mejorar su calidad de vida y, ante la falta de oportunidades, han decidido conquistar sus cumbres en otros países, asumiendo con entereza la soledad, la adaptación a nuevas costumbres y en algunas ocasiones, el desprecio que reciben por ser colombianos.
Unos más, han tenido que salir a la fuerza de Colombia: perseguidos por sus convicciones, por sus ideas y palabras; son condenados al destierro y sin embargo, en esa condición, levantan sus cabezas y emprenden con una fuerza inusitada el camino que les permitirá, además de conservar la vida, buscar mejores horizontes para sus ideas y palabras.
Y hay más: algunos se van del país como un acto de amor, siguiendo a ese príncipe o a la princesa que les robó el corazón: no importan los sacrificios, ni el continuo traslado de un lugar a otro... están con el amor de sus vidas y eso les da la felicidad. Tanto han conquistado algunas de estas últimas, que hoy son prometedoras empresarias en Europa.
Pero llega el momento del regreso. Llega un misterioso tiempo en que algo nos jala, nos atrae como un imán que arrastra nuevamente a la tierra que nos vio nacer. Nadie lo puede explicar con claridad: unos hablamos de la comida. Otros de los amigos, de la familia, de la gente. Unos más se dejan seducir por los recuerdos de algunos parajes cuyo reencuentro es impostergable.
Tierra, comida, gente, amigos, parajes, son las excusas para obedecer el llamado que sienten en el corazón. Comienzan a trabajar con más ahínco para el retorno. De pronto se ven en los grandes almacenes, comprando obsequios para demostrar que siempre tuvieron presentes a los suyos.
No me gusta que los colombianos se vayan de su tierra, pero las razones para hacerlo son respetables, válidas e incluso dolorosas. Pero esta Colombia, con todos sus problemas, con el caos que nos caracteriza, con la pasión encendida que despierta en los corazones que aún viven; tarde o temprano obliga al regreso.
Y hoy me enteré del retorno a estas tierras de una persona que durante casi la mitad de su vida residió en varios países, aprendiendo, conociendo, peleando como gladiador por la conquista de sus sueños: y a fe que los alcanzó. Ahora, con la bandera en la cumbre, este colombiano decidió regresar a Colombia para hacer algo por su tierra, para compartir sus conocimientos y sus experiencias en una búsqueda que podrá sonar utópica: la construcción del país.
A ese colombiano que mañana retorna, como a todos los que algún día decidan regresar para aportar decididamente a la construcción de Colombia, aquí, en Atrabilioso los estaremos esperando con los brazos y los oídos abiertos, pues sabemos que sus aportes y palabras serán importantes para el crecimiento de esta nación de la que muchos denigran, pero cuya construcción y desarrollo es un reto colectivo que estamos dispuestos a asumir: los que viven lejos y los que aún permanecemos aquí.
Bienvenido CAMPEÓN... tu tierra, tu familia y tu gente te reclamábamos. Hoy Atrabilioso quiere rendir un homenaje a los colombianos buenos que viven en el exterior, a los que siguen allá, a los que viven aquí y quieren emigrar y claro, también a los que regresan cargados de conocimientos y experiencia.
A ese colombiano que mañana retorna, como a todos los que algún día decidan regresar para aportar decididamente a la construcción de Colombia, aquí, en Atrabilioso los estaremos esperando con los brazos y los oídos abiertos, pues sabemos que sus aportes y palabras serán importantes para el crecimiento de esta nación de la que muchos denigran, pero cuya construcción y desarrollo es un reto colectivo que estamos dispuestos a asumir: los que viven lejos y los que aún permanecemos aquí.
Bienvenido CAMPEÓN... tu tierra, tu familia y tu gente te reclamábamos. Hoy Atrabilioso quiere rendir un homenaje a los colombianos buenos que viven en el exterior, a los que siguen allá, a los que viven aquí y quieren emigrar y claro, también a los que regresan cargados de conocimientos y experiencia.