Mentir no solo significa no decir la verdad: también se miente si conociendo todos los elementos que constituyen la verdad, solo se dice una parte, la más conveniente para los intereses personales. En el ejercicio de contar una parte de la verdad se incurre en una grave falta social: Desinformar.
Eso fue lo que ocurrió con la habitual columna de Ramiro Bejarano, Notas de Buhardilla, titulada Puras Vergüenzas .
En uno de sus apartes, el comentarista habla de los procesos independientes entre el gobierno y las AUC: “Ahora sabemos que el gobierno no sostiene un único proceso de paz con todos los jefes de la AUC como lo suponíamos, sino tantos procesos cuantos interlocutores se sientan en la mesa de negociación”. (El Espectador, mayo 28)
Este comentario es cierto, pero corresponde solo a una porción de la verdad y no presenta el panorama completo de la situación: no creo que Ramiro Bejarano sea ignorante y mucho menos que desconozca las dinámicas propias del fenómeno paramilitar colombiano. Y digo esto porque no le cuenta a sus lectores que cada jefe paramilitar es el único poder decisorio en su bloque. Lo que olvida decir Bejarano es que las Autodefensas Unidas de Colombia como tal es una estructura en formación y que sus componentes son entes autónomos que han surgido como respuestas locales o regionales a situaciones específicas y concretas, llámense guerrilla, protección de tierras, combate a la extorsión, narcotráfico o seguridad a terratenientes o ejércitos de delincuentes. Lo que hoy se conoce como AUC es la congregación de una serie de grupos al margen de la ley que surgieron y respondieron a necesidades regionales diferentes unas de otras, con el agravante que nunca tuvieron un comando central unificado. Recordemos que Carlos Castaño intentó, sin éxito, unificar a las AUC y fue tan estruendoso su fracaso que él mismo decidió distanciarse de su idea y convertir nuevamente a sus hombres en miembros de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá.
Ramiro Bejarano olvidó hacer una precisión: No es lo mismo sentarse a negociar con el Secretariado de las Farc, cuyo mando unificado y piramidal es acatado (por lo menos en teoría) por todos los frentes o sentarse a dialogar con el Comando Central del ELN; que entablar una negociación con un grupo heterogéneo, cuyas agendas individuales responden a propósitos diferentes y excluyentes unos de otros. Por eso, no resulta extraño que el gobierno vea a los negociadores de Ralito como sujetos individuales de una negociación que finalmente deben ser congregados alrededor de temas comunes, pero que en esencia son elementos únicos que no tienen un liderazgo aglutinante, contundente y permanente que los oriente y formule líneas de acción como agrupación.
Esta desinformación ha hecho carrera en el país y por eso algunos hablan de violación al cese de hostilidades: nadie podrá decir que se ha cumplido con la suspensión de las acciones armadas de algunos sectores de las AUC, pero tampoco nadie ha dado la información precisa que señale específicamente cuales bloques, de los que están representados el Ralito, han roto el acuerdo y cuales sectores paramilitares, de los que no se han sentado a negociar, han sostenido combates o cometido delitos de lesa humanidad.
De otro lado, Bejarano continua con su columna asegurando que “no se logró la captura de don Berna”, situación comprensible en un primer momento si se tiene en cuenta que la columna debió ser escrita y entregada después del 25 de mayo, cuando se iniciaron las operaciones de la Policía Nacional para capturar al jefe paramilitar. Lo que no se entiende es que un colombiano serio le apueste a la derrota de las instituciones para vanagloriarse de su visión pesimista de los hechos, pues no es aceptable que Bejarano haya escrito esa columna con el parte de la derrota, a solo dos o tres días de haberse impartido la orden presidencial para detener a Adolfo Paz.
Es claro entonces, que hay sectores que le apuestan hasta sus restos, al fracaso del actual gobierno con tal de enaltecer sus vanidades y de poder enrostrarnos que ya lo habían advertido: a mi me gustan más las personas que prefieren ser razonables a tener la razón.
Eso fue lo que ocurrió con la habitual columna de Ramiro Bejarano, Notas de Buhardilla, titulada Puras Vergüenzas .
En uno de sus apartes, el comentarista habla de los procesos independientes entre el gobierno y las AUC: “Ahora sabemos que el gobierno no sostiene un único proceso de paz con todos los jefes de la AUC como lo suponíamos, sino tantos procesos cuantos interlocutores se sientan en la mesa de negociación”. (El Espectador, mayo 28)
Este comentario es cierto, pero corresponde solo a una porción de la verdad y no presenta el panorama completo de la situación: no creo que Ramiro Bejarano sea ignorante y mucho menos que desconozca las dinámicas propias del fenómeno paramilitar colombiano. Y digo esto porque no le cuenta a sus lectores que cada jefe paramilitar es el único poder decisorio en su bloque. Lo que olvida decir Bejarano es que las Autodefensas Unidas de Colombia como tal es una estructura en formación y que sus componentes son entes autónomos que han surgido como respuestas locales o regionales a situaciones específicas y concretas, llámense guerrilla, protección de tierras, combate a la extorsión, narcotráfico o seguridad a terratenientes o ejércitos de delincuentes. Lo que hoy se conoce como AUC es la congregación de una serie de grupos al margen de la ley que surgieron y respondieron a necesidades regionales diferentes unas de otras, con el agravante que nunca tuvieron un comando central unificado. Recordemos que Carlos Castaño intentó, sin éxito, unificar a las AUC y fue tan estruendoso su fracaso que él mismo decidió distanciarse de su idea y convertir nuevamente a sus hombres en miembros de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá.
Ramiro Bejarano olvidó hacer una precisión: No es lo mismo sentarse a negociar con el Secretariado de las Farc, cuyo mando unificado y piramidal es acatado (por lo menos en teoría) por todos los frentes o sentarse a dialogar con el Comando Central del ELN; que entablar una negociación con un grupo heterogéneo, cuyas agendas individuales responden a propósitos diferentes y excluyentes unos de otros. Por eso, no resulta extraño que el gobierno vea a los negociadores de Ralito como sujetos individuales de una negociación que finalmente deben ser congregados alrededor de temas comunes, pero que en esencia son elementos únicos que no tienen un liderazgo aglutinante, contundente y permanente que los oriente y formule líneas de acción como agrupación.
Esta desinformación ha hecho carrera en el país y por eso algunos hablan de violación al cese de hostilidades: nadie podrá decir que se ha cumplido con la suspensión de las acciones armadas de algunos sectores de las AUC, pero tampoco nadie ha dado la información precisa que señale específicamente cuales bloques, de los que están representados el Ralito, han roto el acuerdo y cuales sectores paramilitares, de los que no se han sentado a negociar, han sostenido combates o cometido delitos de lesa humanidad.
De otro lado, Bejarano continua con su columna asegurando que “no se logró la captura de don Berna”, situación comprensible en un primer momento si se tiene en cuenta que la columna debió ser escrita y entregada después del 25 de mayo, cuando se iniciaron las operaciones de la Policía Nacional para capturar al jefe paramilitar. Lo que no se entiende es que un colombiano serio le apueste a la derrota de las instituciones para vanagloriarse de su visión pesimista de los hechos, pues no es aceptable que Bejarano haya escrito esa columna con el parte de la derrota, a solo dos o tres días de haberse impartido la orden presidencial para detener a Adolfo Paz.
Es claro entonces, que hay sectores que le apuestan hasta sus restos, al fracaso del actual gobierno con tal de enaltecer sus vanidades y de poder enrostrarnos que ya lo habían advertido: a mi me gustan más las personas que prefieren ser razonables a tener la razón.
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