El 1 de enero de 1959, Fidel Castro conquistó el poder en Cuba. El líder revolucionario que se declaró seguidor de las ideas de José Martí, tomó las primeras decisiones de su gobierno: reforma agraria y nacionalización de grandes empresas, sobre todo las norteamericanas.
8 de mayo de 2005. Hugo Chávez habló en su programa Aló Presidente, realizado en Anzoátegui, uno de los estados de producción petrolera y refinación del país. El líder de la revolución bolivariana, declarado seguidor, admirador y émulo de Simón Bolívar, anunció que expulsará de Venezuela a las empresas internacionales que no paguen los impuestos: ''Las empresas tienen que pagar lo que nos deben'' y “si no pagan tienen que irse de aquí''. (El Nuevo Herald, mayo 9 de 2005)
Hacer evidentes los parecidos entre Chávez y Fidel Castro es reiterativo. Enfatizar en sus coincidencias no es más que llover sobre mojado. No obstante la diferencia está en los apoyos internacionales que tienen las medidas: mientras Castro contaba con la sombra protectora y efectiva de una potencia como la URSS, Chávez solo tiene el respaldo de países caídos en desgracia como Libia y otros sin mayor poder como Irán.
No obstante, las últimas declaraciones de Chávez tienen un trasfondo muy peligroso, pues este discurso chavista lanza la amenaza de la expropiación de equipos de producción petrolera, oficinas, medios de transporte y en general, de toda la logística que requiere una empresa para la extracción de petróleo. El mecanismo para la expropiación también ha sido anunciado por el gobierno venezolano: investigará a las multinacionales petroleras que firmaron convenios operativos en las anteriores administraciones, especialmente las que establecieron acuerdos después de la llamada “apertura petrolera” iniciada en 1994.
En este sentido, el presidente del Parlamento, Nicolás Maduro, anunció que el legislativo abrirá una averiguación histórica sobre presuntas irregularidades de empresas extranjeras que en el pasado saquearon a Pdvsa (Petróleos de Venezuela S.A.) mediante los convenios petroleros. (El Universal de Caracas)
Hay que reconocer que Chávez no está haciendo la expropiación de una manera vulgar y directa, como la hizo Fidel en su momento. Por el contrario, el caudillo venezolano ajustó la maquinaria con un parlamento netamente oficialista y sus propósitos se escudan en una legislación que le garantiza la impunidad en sus acciones.
Sin embargo, el discurso debe tener con los pelos de punta a la Casa Blanca, pues Chávez ha puesto sus ojos en una de las áreas más sensibles para los Estados Unidos. Hasta ahora la actitud de Chávez era de provocación, de andanadas populistas y de bravuconadas. Pero este anuncio, respaldado por la ley y por un legislativo títere del caudillo, tendría graves repercusiones para los intereses estadounidenses, pues se sabe que Chávez intentará especialmente la expropiación de las empresas norteamericanas.
El mandatario venezolano tiene claro lo que puede ocurrir: la compra de armamento y el entrenamiento en las calles de civiles (según Chávez serán 2 millones de venezolanos) que van a defender la “revolución bolivariana” conformando un ejército personal del Presidente; demuestran hasta que punto es consciente de la respuesta que Estados Unidos tendrá ante estas amenazas; también ha medido, desde su modesta capacidad, las consecuencias de sus acciones.
Sabemos que Estados Unidos invadió a Irak por el petróleo. Conocemos lo prioritario que es para la administración Bush el tema petrolero. Entonces, no es difícil imaginar las decisiones que la Casa Blanca tomará para evitar la expropiación de los capitales norteamericanos invertidos en el negocio petrolero venezolano. La administración Bush lo ha dicho con diplomacia, con tacto si se quiere: le preocupa la inestabilidad regional que puede generar el gobierno Chávez. Esto, en buen romance, significa que tienen en la mira al gobierno vecino y que están dispuestos a quitarse esa preocupación de encima.
Estamos, ni más ni menos, ad portas de ver como Estados Unidos y Venezuela pasan de mostrarse los dientes a morderse. Porque lo cierto es que Geroge Bush no va a permitir que a sus amigos petroleros les sea expropiada una sola torre de perforación y que las reservas estratégicas de petróleo de Estados Unidos se vean amenazadas por la revolución bolivariana.
8 de mayo de 2005. Hugo Chávez habló en su programa Aló Presidente, realizado en Anzoátegui, uno de los estados de producción petrolera y refinación del país. El líder de la revolución bolivariana, declarado seguidor, admirador y émulo de Simón Bolívar, anunció que expulsará de Venezuela a las empresas internacionales que no paguen los impuestos: ''Las empresas tienen que pagar lo que nos deben'' y “si no pagan tienen que irse de aquí''. (El Nuevo Herald, mayo 9 de 2005)
Hacer evidentes los parecidos entre Chávez y Fidel Castro es reiterativo. Enfatizar en sus coincidencias no es más que llover sobre mojado. No obstante la diferencia está en los apoyos internacionales que tienen las medidas: mientras Castro contaba con la sombra protectora y efectiva de una potencia como la URSS, Chávez solo tiene el respaldo de países caídos en desgracia como Libia y otros sin mayor poder como Irán.
No obstante, las últimas declaraciones de Chávez tienen un trasfondo muy peligroso, pues este discurso chavista lanza la amenaza de la expropiación de equipos de producción petrolera, oficinas, medios de transporte y en general, de toda la logística que requiere una empresa para la extracción de petróleo. El mecanismo para la expropiación también ha sido anunciado por el gobierno venezolano: investigará a las multinacionales petroleras que firmaron convenios operativos en las anteriores administraciones, especialmente las que establecieron acuerdos después de la llamada “apertura petrolera” iniciada en 1994.
En este sentido, el presidente del Parlamento, Nicolás Maduro, anunció que el legislativo abrirá una averiguación histórica sobre presuntas irregularidades de empresas extranjeras que en el pasado saquearon a Pdvsa (Petróleos de Venezuela S.A.) mediante los convenios petroleros. (El Universal de Caracas)
Hay que reconocer que Chávez no está haciendo la expropiación de una manera vulgar y directa, como la hizo Fidel en su momento. Por el contrario, el caudillo venezolano ajustó la maquinaria con un parlamento netamente oficialista y sus propósitos se escudan en una legislación que le garantiza la impunidad en sus acciones.
Sin embargo, el discurso debe tener con los pelos de punta a la Casa Blanca, pues Chávez ha puesto sus ojos en una de las áreas más sensibles para los Estados Unidos. Hasta ahora la actitud de Chávez era de provocación, de andanadas populistas y de bravuconadas. Pero este anuncio, respaldado por la ley y por un legislativo títere del caudillo, tendría graves repercusiones para los intereses estadounidenses, pues se sabe que Chávez intentará especialmente la expropiación de las empresas norteamericanas.
El mandatario venezolano tiene claro lo que puede ocurrir: la compra de armamento y el entrenamiento en las calles de civiles (según Chávez serán 2 millones de venezolanos) que van a defender la “revolución bolivariana” conformando un ejército personal del Presidente; demuestran hasta que punto es consciente de la respuesta que Estados Unidos tendrá ante estas amenazas; también ha medido, desde su modesta capacidad, las consecuencias de sus acciones.
Sabemos que Estados Unidos invadió a Irak por el petróleo. Conocemos lo prioritario que es para la administración Bush el tema petrolero. Entonces, no es difícil imaginar las decisiones que la Casa Blanca tomará para evitar la expropiación de los capitales norteamericanos invertidos en el negocio petrolero venezolano. La administración Bush lo ha dicho con diplomacia, con tacto si se quiere: le preocupa la inestabilidad regional que puede generar el gobierno Chávez. Esto, en buen romance, significa que tienen en la mira al gobierno vecino y que están dispuestos a quitarse esa preocupación de encima.
Estamos, ni más ni menos, ad portas de ver como Estados Unidos y Venezuela pasan de mostrarse los dientes a morderse. Porque lo cierto es que Geroge Bush no va a permitir que a sus amigos petroleros les sea expropiada una sola torre de perforación y que las reservas estratégicas de petróleo de Estados Unidos se vean amenazadas por la revolución bolivariana.
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