sábado, abril 23, 2005

Teflón, teflón.

Una columnista, Marianne Ponsford y una comentarista, María Jimena Duzán, hablaron del efecto teflón de Uribe. El principal argumento es que el gobierno hace un excelente manejo de comunicaciones y eso hace que la opinión pública incline la balanza a favor del Presidente.
Si es por el manejo de medios, Uribe está más que rajado. En la campaña presidencial no tuvo ningún problema en expulsar de una rueda de prensa a un corresponsal extranjero que preguntó sobre los mentirosos vínculos con el narcotráfico del padre del entonces candidato. No hay un desatino mayor que este, cuando de manejo de prensa se trata, pues vetar a un periodista es un verdadero dolor de cabeza que siempre termina mal. Aquí en Colombia hubo una ensambladora de vehículos multinacional que vetó a un periodista. El mecánico comunicador golpeaba semanalmente la credibilidad de esa empresa y llegó a posicionar negativamente una de las marcas de la ensambladora de marras. El resultado: a los prepotentes directivos de esa empresa les tocó sentarse con el periodista, aguantarse la patanería de este y fumar, a la brava, la pipa de la paz.
También Uribe ha culpado a los periodistas por su soltura verbal diciendo que son los comunicadores los que le jalan la lengua. Esto significa que el Presidente queda esclavo de lo que dice frente a la prensa y dueño de los pocos, muy pocos silencios que guarda.Otro asunto que demuestra el pésimo manejo de comunicaciones de la Casa de Nariño son los desatinos de Uribe. Solo unos ejemplos bastan: el problema del Palacio de Justicia y el M-19, la pelea al aire y en directo de Uribe con el senador Héctor Elí Rojas. La división de las ONGs entre buenas y malas. No vamos a entrar a analizar si tenía o no la razón, pero esas salidas en falso obedecen precisamente a la inadecuada asesoría en comunicaciones. La mayoría de cosas se pueden decir, pero tiene que hacerse con un manejo estratégico que logre un impacto de opinión y no un debate que complique al Presidente. En cuanto a la pelea, pues sencillamente el asesor tiene que estar listo para evitarla y dejarle esos asuntos a los voceros gubernamentales. En ese caso un asesor sensato dirá: Uribe no se mete y queda como última palabra para calmar los ánimos y zanjar la discusión.De igual forma, Uribe ha recibido una mala asesoría en sus silencios. El último y más grave tiene que ver con la masacre de San José de Apartadó. En ese caso, el papel de Uribe fue de gasolina en un incendio y no de bombero. Porque al salir a hablar de medidas coercitivas después de guardar silencio, demostró que no tiene un manejo adecuado ni de prensa, ni de relaciones públicas, ni de estrategia comunicacional.Es que el Presidente, como cliente de una empresa de comunicaciones estratégicas, sería una cuenta “chicharrón”: es boquiflojo, pendenciero y supongo que terco. Estas características, unidas al tema de pedir rebaja y luego fiar, harían del Presidente una cuenta que nadie querría tomar: paga mal, no se deja aconsejar, la embarra y si no se ha tomado las goticas para el mal genio...
Manejo de medios el de Pastrana, que logró la presidencia con una foto. El presentador Presidente se “comía” la cámara, manejaba la voz, era mesurado en sus declaraciones, mencionaba a Nohora y a los niños y bendecía al final de sus intervenciones. Ese gobierno se caracterizó, básicamente, por el manejo de la información, por las buenas relaciones con muchos medios y por las jugadas de poder que hicieron renunciar a varios periodistas. Para bien o para mal, ese es el manejo comunicacional que daría un asesor. Ni que decir de Samper, con escuderos de prensa permanentes, con Julio Mario y sus empresas sosteniéndolo y con el hermano de columnista. Y Barco, quien tenía la costumbre de no leer prensa y de hablar muy poco con los medios, para no "contaminarse" y seguir concentrado en su tarea. Y Uribe... no aguanta el análisis en la materia.
Contrario a lo que dice la señora Ponsford y la Duzán, Uribe no solo es un mal comunicador sino que carece, por lo visto, de una asesoría que lo libre de muchos males.

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