Como nunca, hoy el partido Liberal se debate entre la prolongación artificial de su vida o la agonía eterna de ser un pequeño partido. Las decisiones tomadas por el antiguo partido mayoritario en las últimas décadas le están pasando la cuenta de cobro... y difícilmente tiene como pagar.
César Gaviria Trujillo fue un buen Presidente en su primera etapa. Pero luego ocurrieron situaciones históricas que afectaron al mandatario a tal punto de señalar que sus reformas y actos de gobierno se defendían solos. Basta con recordar el apagón del 92, la fuga de Pablo Escobar de la Catedral y las todavía controversiales reformas económicas. Pero su mayor error, sin duda, fue abandonar la paternidad de la Constitución del 91. No quiso gavirismo, ni apoyó a un candidato a la Presidencia que garantizara la continuidad de sus políticas, ni asumió el liderazgo que todos esperábamos para defender la nueva Carta Política. No. Gaviria quiso alejarse del país y puso todo su empeño en alcanzar la Secretaría General de la OEA, dejando huérfana a una Constitución que necesitaba de liderazgo para fortalecerla y encausarla. Ahora, 14 años después, decide por fin emprender la defensa de la Constitución del 91. ¿Ya para qué?
Además, Gaviria viene a tratar de consolidar el resurgimiento del Liberalismo oficialista, porque está muy disperso. Bien difícil la tarea, teniendo en cuenta que fue el propio Partido Liberal el que inventó y operó la famosa e ingrata operación avispa para conseguir las curules y de paso, hacerse con el botín clientelista que siempre le ha llamado la atención. La operación avispa fue el resultado de la incapacidad del Partido Liberal para funcionar como una estructura ideológica coherente, demostrando la ineptitud de sus líderes para aglutinar a sus seguidores alrededor de unos postulados: el Partido Liberal se fue desdibujando y del otrora glorioso Partido solo quedó un trapo rojo, la oferta de burocracia por votos y la pésima imagen que tiene ante muchos colombianos. La evidencia de esa mala imagen está en las últimas elecciones, cuando un candidato obtuvo el 51% de los votos en la primera vuelta, desacatando las órdenes de muchos caciques, de ex presidentes y de agitadores por vocación como Piedad Córdoba. La ambición desmedida, plasmada en la operación avispa; la carencia de identidad y las colchas de retazos que arma a último momento para garantizarse una cuota de poder (recordemos lo que ocurrió en Bogotá cuando despreciaron a su candidato oficial Jaime Castro y se fueron a la sombra del árbol más grande en las encuestas, que era Luis Garzón) han llevado al Partido Liberal a una agonía sin precedentes.
Pero también está Samper. El tiene claro que su sombra acaba con los retoños: por eso ha decidido distanciarse de Horacio Serpa para que éste no se vea tan oscuro y contaminado. Además, Samper ha detectado graves fallas en la Constitución del 91, denunciando que el Presidente tiene muchas obligaciones por las que no puede responder: dirige la política criminal pero la ejecuta de manera independiente la Fiscalía. Encabeza la política económica, pero el Banco de la República es autónomo en el manejo macroeconómico del país y así sucesivamente.
Y Horacio. Recuerdo que en 1992 Serpa se desempeñaba como Procurador General, después de ejercer el cargo de Consejero de Paz en el gobierno Barco. Como olvidar la negociación que se hizo en aquellos tiempos con los paramilitares del Magdalena Medio, la entrega de armas por parte de Ariel Otero y su gente en cercanías a Puerto Boyacá. Supuestamente el país quedaba libre de paramilitares. En aquel entonces el acalde de Puerto Boyacá era Gustavo González. El alcalde también informaba que los paramilitares ya no existían. Pero dos días después de entrevistarlo, él y su hijo fueron secuestrados, asesinados y sus cadáveres lanzados al río Magdalena. Ante la situación, una periodista que trabajaba conmigo le preguntó a Serpa sobre la supervivencia de los paramilitares y el le dijo: “eso no existe”. ¿Error de apreciación o tierrita para tapar la embarrada?
El liberalismo agoniza como en su momento Terry Schiavo. Falta ver hasta cuando lo van a seguir alimentando en su estado vegetal o le van a desconectar el alimento hasta que muera por inanición. Y no está lejos de eso, pues Uribe está librando una batalla sin precedentes para desconectar a ese pobre enfermo que no tiene posibilidades de recuperarse: el Partido Liberal Colombiano.
César Gaviria Trujillo fue un buen Presidente en su primera etapa. Pero luego ocurrieron situaciones históricas que afectaron al mandatario a tal punto de señalar que sus reformas y actos de gobierno se defendían solos. Basta con recordar el apagón del 92, la fuga de Pablo Escobar de la Catedral y las todavía controversiales reformas económicas. Pero su mayor error, sin duda, fue abandonar la paternidad de la Constitución del 91. No quiso gavirismo, ni apoyó a un candidato a la Presidencia que garantizara la continuidad de sus políticas, ni asumió el liderazgo que todos esperábamos para defender la nueva Carta Política. No. Gaviria quiso alejarse del país y puso todo su empeño en alcanzar la Secretaría General de la OEA, dejando huérfana a una Constitución que necesitaba de liderazgo para fortalecerla y encausarla. Ahora, 14 años después, decide por fin emprender la defensa de la Constitución del 91. ¿Ya para qué?
Además, Gaviria viene a tratar de consolidar el resurgimiento del Liberalismo oficialista, porque está muy disperso. Bien difícil la tarea, teniendo en cuenta que fue el propio Partido Liberal el que inventó y operó la famosa e ingrata operación avispa para conseguir las curules y de paso, hacerse con el botín clientelista que siempre le ha llamado la atención. La operación avispa fue el resultado de la incapacidad del Partido Liberal para funcionar como una estructura ideológica coherente, demostrando la ineptitud de sus líderes para aglutinar a sus seguidores alrededor de unos postulados: el Partido Liberal se fue desdibujando y del otrora glorioso Partido solo quedó un trapo rojo, la oferta de burocracia por votos y la pésima imagen que tiene ante muchos colombianos. La evidencia de esa mala imagen está en las últimas elecciones, cuando un candidato obtuvo el 51% de los votos en la primera vuelta, desacatando las órdenes de muchos caciques, de ex presidentes y de agitadores por vocación como Piedad Córdoba. La ambición desmedida, plasmada en la operación avispa; la carencia de identidad y las colchas de retazos que arma a último momento para garantizarse una cuota de poder (recordemos lo que ocurrió en Bogotá cuando despreciaron a su candidato oficial Jaime Castro y se fueron a la sombra del árbol más grande en las encuestas, que era Luis Garzón) han llevado al Partido Liberal a una agonía sin precedentes.
Pero también está Samper. El tiene claro que su sombra acaba con los retoños: por eso ha decidido distanciarse de Horacio Serpa para que éste no se vea tan oscuro y contaminado. Además, Samper ha detectado graves fallas en la Constitución del 91, denunciando que el Presidente tiene muchas obligaciones por las que no puede responder: dirige la política criminal pero la ejecuta de manera independiente la Fiscalía. Encabeza la política económica, pero el Banco de la República es autónomo en el manejo macroeconómico del país y así sucesivamente.
Y Horacio. Recuerdo que en 1992 Serpa se desempeñaba como Procurador General, después de ejercer el cargo de Consejero de Paz en el gobierno Barco. Como olvidar la negociación que se hizo en aquellos tiempos con los paramilitares del Magdalena Medio, la entrega de armas por parte de Ariel Otero y su gente en cercanías a Puerto Boyacá. Supuestamente el país quedaba libre de paramilitares. En aquel entonces el acalde de Puerto Boyacá era Gustavo González. El alcalde también informaba que los paramilitares ya no existían. Pero dos días después de entrevistarlo, él y su hijo fueron secuestrados, asesinados y sus cadáveres lanzados al río Magdalena. Ante la situación, una periodista que trabajaba conmigo le preguntó a Serpa sobre la supervivencia de los paramilitares y el le dijo: “eso no existe”. ¿Error de apreciación o tierrita para tapar la embarrada?
El liberalismo agoniza como en su momento Terry Schiavo. Falta ver hasta cuando lo van a seguir alimentando en su estado vegetal o le van a desconectar el alimento hasta que muera por inanición. Y no está lejos de eso, pues Uribe está librando una batalla sin precedentes para desconectar a ese pobre enfermo que no tiene posibilidades de recuperarse: el Partido Liberal Colombiano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario